
Caos en Avellaneda: el operativo policial de Kicillof brilló por su ausencia
El violento escándalo en Avellaneda expuso la desidia del gobierno de Axel Kicillof: la Policía bonaerense falló en su tarea y los incidentes se descontrolaron sin respuesta firme.
El partido entre Independiente y la Universidad de Chile por la Copa Sudamericana terminó en una verdadera batalla campal. Más de cien detenidos, veinte heridos y destrozos en el estadio dejaron al desnudo la inoperancia de la gestión de Axel Kicillof.
El ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, intentó responsabilizar a la Conmebol y al club, pero lo cierto es que la Policía de la Provincia fracasó en garantizar el orden bajo las ordenes kirchneristas. La desidia y la falta de reacción hicieron que familias enteras quedaran atrapadas en medio de una guerra de barras.
Un operativo que nunca funcionó

Desde el inicio, se advirtió el comportamiento hostil de los hinchas visitantes. Sin embargo, no hubo medidas preventivas. La ausencia de un cordón policial eficaz dentro de la tribuna permitió que los violentos arrojaran objetos, rompieran instalaciones y atacaran a los simpatizantes locales.
Mientras tanto, la Policía bonaerense se limitó a mirar y esperar instrucciones que nunca llegaron, demostrando que el operativo de seguridad nunca estuvo bajo control. Lo que debía ser un espectáculo deportivo terminó en un caos evitable.
Kicillof y una fuerza que siempre llega tarde

El propio Alonso reconoció que la Policía pidió suspender el partido, pero que la decisión se demoró. En lugar de actuar con autoridad, el gobierno provincial se escudó en protocolos ajenos para justificar su pasividad.
La realidad es que, mientras se discutía quién debía tomar la decisión, la violencia escaló y las familias sufrieron las consecuencias. El relato oficial no logra tapar el hecho central: el Estado bonaerense no supo anticiparse ni contener la crisis.
Balance de una noche negra

El saldo fue brutal: 111 detenidos, más de veinte heridos —dos de ellos de gravedad— y destrozos en el estadio de Independiente. Todo frente a una Policía desbordada, incapaz de proteger ni a los hinchas ni al patrimonio.
Los testimonios sobre hinchas rompiendo caños, barandas e inodoros para usarlos como armas reflejan la falta de control total dentro del estadio. La excusa de que la seguridad interna dependía del club no alcanza. Kicillof es el responsable político de una fuerza que volvió a fallar.
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