Una persona sostiene un teléfono móvil con la aplicación de Uber abierta frente a un edificio de ladrillo y una calle con un taxi en movimiento.
OPINIÓN

La Intendencia de Montevideo arruino UBER para siempre con sus regulaciones

Uber en Uruguay: Cuando el Estado convierte la innovación en un viaje al pasado

Hubo un tiempo en que Uber  era sinónimo de libertad, eficiencia y una bofetada al monopolio de los taxis tradicionales. En Uruguay, cuando la aplicación desembarcó en 2015, prometía un servicio rápido, confiable y asequible, todo desde la palma de tu mano. 

Sin embargo hoy en el 2025, el sueño liberal de un mercado dinámico y competitivo se ha estrellado contra el muro de la burocracia estatal y las regulaciones asfixiantes.

El servicio de Uber en Uruguay  no solo ha perdido su brillo, sino que se ha convertido en una caricatura de lo que alguna vez fue: autos ya no tan limpios, tiempos de espera eternos y tarifas que hacen que uno mire con nostalgia los taxímetros de antaño. 

El Debate: La llegada de Uber

Un grupo de taxis bloquea una calle en una protesta, con un cartel grande que dice
fuera uber | La Derecha Diario

Uruguay  2015alternativa eficiente, moderna y económica frente al servicio de taxis

Sin embargo,  los taxistas, respaldados por sus gremios, con Oscar Dourado al frente, protestaron enérgicamente, argumentando que Uber representaba una competencia desleal al operar sin las licencias y regulaciones que ellos debían cumplir, lo que llevó a movilizaciones y pedidos de prohibición.

Entonces, dado el debate público establecido,   la Intendencia de Montevideo, atrapado entre la presión de los taxistas y la demanda de los consumidores, optó por el "país del empate" y dar un enfoque regulatorio ,  parma equilibrar las fuerzas, aunque el perdedor en una negociación siempre es el que no está en la mesa, en este caso, el consumidor.
 
La IMM  impuso restricciones, como la exigencia de permisos específicos y límites a la cantidad de conductores, lo que generó tensiones con Uber, que defendía su modelo de libre mercado. Este debate reflejó una pugna más amplia entre la innovación tecnológica y los intereses establecidos,  marcando el inicio de un proceso regulatorio que, según críticos, terminó afectando la calidad y los precios del servicio en los años siguientes.

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La caída de la calidad: De la excelencia a la mediocridad

En sus inicios,  Uber era una revolución. Conductores evaluados por los usuarios, vehículos impecables y una app que hacía que pedir un viaje fuera tan fácil como mandar un WhatsApp. 

En lo personal, dado los precios, tuve muchos viajes en el 2016 y aproveché para conversar con los choferes y me interesaba saber como les iba. Ninguno estaba desconforme, algunos decían "me sirve" "es un extra" y la mayoría "me viene muy bien".

Usuarios contentos, trabajadores contentos.¿Qué pasó entonces? Perdía el Estado y los empresarios, entonces  bajo la mantra de "la seguridad" empezó a través de sus garras, sumado al lobby empresarial y sindical, a meter mano "para dar seguridad a todos"

A partir de ahí todo cambió. Los testimonios de los usuarios son unánimes: los autos ya no están tan limpios, los conductores parecen menos capacitados y los tiempos de espera se han disparado. ¿Casualidad? No. Desde que la Intendencia de Montevideo decidió congelar la incorporación de nuevos permisarios en 2018, la oferta de conductores se ha estancado. 

Según un reporte de El Observador, muchos de los permisarios originales ya no manejan, dejando un déficit de vehículos que no se repone.  El resultado:  menos autos disponibles, más demoras y conductores que, sabiendo que la demanda supera la oferta, se dan el lujo de ser menos atentos. El país del empate ganó de nuevo, pero no hubo empates, hubo ganadores: el Estado, los empresarios y hubo perdedores: el usuario. 

Entonces, la regulación, disfrazada de "protección al consumidor", ha creado un cuello de botella artificial. En un mercado libre, la competencia habría obligado a los conductores a mantener altos estándares para no perder clientes frente a otros dispuestos a ofrecer un mejor servicio. Pero con un número limitado de permisos, el incentivo para mejorar desaparece. ¿Por qué limpiar el auto o ser puntual si igual vas a tener pasajeros? El usuario, atrapado en un sistema donde no hay alternativas, termina pagando el precio de esta mediocridad impuesta.

Precios por las nubes: La inflación regulatoria
Hombre sosteniendo un mate mientras está sentado y mirando hacia adelante.
daniel martinez | La Derecha Diario

Si la caída en la calidad no fuera suficiente, las tarifas de Uber en Uruguay han subido como cohete. En 2019, El Observador reportó un aumento en Montevideo, con la tarifa base subiendo $4, el kilómetro $2 y la tarifa mínima $10. Desde entonces, los precios han seguido escalando, y no solo por la inflación general. La tarifa dinámica, esa herramienta que ajusta precios según la demanda, ahora parece estar siempre activa, incluso en horarios no pico. ¿La razón? La misma escasez de conductores provocada por las restricciones de permisos. Con menos autos en la calle, la app sube los precios para "incentivar" a los conductores, pero el usuario termina pagando el pato.

En un mercado libre, la entrada de nuevos conductores habría equilibrado la oferta y la demanda, manteniendo los precios competitivos. Pero el Estado, con su obsesión por controlar, ha creado un oligopolio artificial donde Uber y sus conductores pueden cobrar más sin temor a perder clientes.  Y no nos engañemos: los conductores no están nadando en dinero. Como señala Diego Fernández, presidente de la Asociación de Conductores Uruguayos de Aplicaciones, los choferes reciben menos de lo que los usuarios pagan, mientras Uber se lleva una tajada cada vez más grande. 

El libre mercado habría permitido que nuevas plataformas o conductores independientes entraran al juego, forzando a Uber a bajar sus comisiones y a los conductores a ser más eficientes. Pero no, el gobierno prefiere proteger a los taxistas tradicionales y mantener el statu quo.

Los taxistas al ataque

Taxis circulando frente a un edificio histórico con columnas y arquitectura clásica.
Taxis, 180.com.uy | La Derecha Diario

El problema de fondo es la mentalidad regulatoria que ve en la innovación una amenaza en lugar de una oportunidad. Cuando Uber llegó a Uruguay, los taxistas salieron a las calles, gritando "competencia desleal" y exigiendo que se prohibiera la app.

Los argumentos de los taxistas, era el mismo de los empresarios que buscan limitar TEMU  "Queremos competir si, pero en igualdad de condiciones". Esa igualdad no era pedirle al Intendente Daniel Martinez que les saque la mochila de 20 kg de la espalda ( llamese regulaciones excesivas, costos disparatados para tener una licencia, impuestos, etc),  sino que se la ponga a UBER también.

Licencias limitadas, inspecciones interminables y multas para conductores no autorizados han convertido a Uber en una sombra de lo que era. Como dijo Vint Cerf, uno de los padres de Internet, en una visita a Uruguay  en 2015: "Es mejor no regular y permitir la innovación". Pero aquí, el gobierno eligió el camino opuesto, y los resultados están a la vista.

Un estudio de 2016 de la Universidad Alberto Hurtado señalaba que plataformas como Uber  reducen las fricciones del mercado, permitiendo que los usuarios encuentren transporte más rápido y a menor costo.

Pero en Uruguay, las regulaciones han revertido esos beneficios. Al limitar el número de conductores, el gobierno no solo ha encarecido el servicio, sino que ha eliminado los incentivos para que los taxistas tradicionales mejoren. ¿Por qué invertir en un auto más cómodo o en un mejor trato al cliente si los usuarios no tienen otra opción? El resultado es un mercado estancado, donde ni Uber ni los taxis ofrecen la calidad que los uruguayos merecen.

Menos Estado, Más Mercado

Una persona con impermeable negro camina bajo la lluvia intensa mientras un taxi pasa por detrás.
lluvia | La Derecha Diario

La debacle de Uber en Uruguay es un caso de libro de cómo el intervencionismo estatal destruye la innovación. La solución no es más regulación, sino menos. Abrir el mercado a nuevos conductores, eliminar los cupos de permisos y permitir que otras plataformas compitan libremente devolvería el poder a los consumidores.

Si un conductor ofrece un mal servicio, que pierda clientes frente a otro que sí se esfuerce. Si Uber cobra de más, que surjan alternativas como InDrive o Cabify para bajarle los humos. Como decía Milton Friedman, "la libertad de los individuos para perseguir sus propios intereses es la mejor garantía de un mercado eficiente".

Mientras la Intendencia sigan poniendo trabas, los uruguayos seguiremos atrapados en un sistema donde pagamos más por menos. Uber, que alguna vez fue un símbolo de la libertad de elegir, se ha convertido en un recordatorio de lo que pasa cuando el Estado decide "protegernos" de la competencia.

Así que la próxima vez que esperes 20 minutos por un Uber que llega con olor a humedad y te cobra como si fuera un viaje en limusina, acuérdate: no es culpa del mercado, es culpa de los burócratas que lo estrangularon.
 

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