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Economía

Las reservas del Banco Central caen a niveles críticos: ¿devaluación inminente?

Pese al “super-cepo”, al desdoblamiento del mercado cambiario y al superávit en la balanza comercial, el Banco Central perdió 1.500 millones de dólares de sus reservas en los últimos siete meses. ¿Se puede realmente sostener el tipo de cambio?

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La situación del Banco Central se vuelve cada vez más dramática, y se agotan las herramientas para intentar contener lo incontenible. La autoridad monetaria argentina perdió 1.500 millones de dólares desde enero, a pesar de todas las restricciones impuestas sobre el mercado cambiario. 

Desde que el ex ministro de Economía, Hernán Lacunza, decidió retornar al control de cambios, las restricciones no han hecho más que aumentar, intentado mantener estable el nivel de reservas.

En agosto de 2019, tras el ocaso político del macrismo y el colapso de la confianza en la economía, se estableció un límite de USD 10.000 mensuales para las compras formales de la divisa. Desde octubre del año pasado, ese límite bajó a tan solo USD 200, y el gobierno estudia endurecer aún más los controles. 

Con el derrumbe del consumo y la progresiva devaluación del peso, las importaciones se destruyeron, mientras que las exportaciones lograron permanecer relativamente estables, con lo cual se alcanzó un nutrido superávit comercial en alrededor de 2 puntos del PBI. 

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Aún con este superávit comercial y con el violento control del mercado cambiario, el Banco Central no logró estabilizar por sí solo el tipo de cambio, y se vio obligado a ceder cada vez más reservas para mantener el equilibrio estable. 

El presidente del BCRA, Miguel Ángel Pesce, dispuso la aplicación de “micro-devaluaciones” diarias en el segmento oficial “solidario”, para intentar acercar valores más realistas sobre la divisa y evitar perder más reservas, pero la situación no parece sostenible en el tiempo. 

Los dólares ingresados por el superávit comercial sirvieron a la financiación de tres principales partidas, entre enero y julio de este año: intereses de deuda externa, la demanda de dólares para el atesoramiento, y la cancelación de préstamos del sector privado. 

Como la suma entre todas estas partidas no pudo ser compensada con el ingreso del superávit comercial, el Banco Central se vio obligado a sostener su política cambiaria, negándose a una devaluación mayor sobre el mercado. 

Si bien la demanda de dólares para el atesoramiento fue sustancialmente menor a las necesidades por préstamos del sector privado, o el pago de intereses de deuda, desde julio se viene incrementando notablemente. Solamente de repetirse el escenario de julio para este mes y los próximos, el BCRA debería considerar una demanda de USD 800 millones por mes.

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El gran temor del gobierno radica en el comportamiento de los depósitos en dólares, que podrían escaparse del sistema financiero para apostar por el tipo de cambio paralelo, haciendo insostenible el mantenimiento de la paridad actual. 

El stock de depósitos en dólares bajó casi un 10% desde enero, aunque registró un muy leve aumento desde mediados de junio. En consecuencia, el monto en concepto de encajes aumentó cerca de un 19% desde aquel mes. 

Los depósitos en dólares se convirtieron en el principal sostén de las reservas del BCRA.
A partir de las PASO en agosto del año pasado, se produjo una tendencia clara en la cancelación de préstamos en dólares, principalmente destinados a inversiones u otras operaciones con el sector externo. 

Mientras los depósitos permanecieron en una situación más estable, los préstamos no paran de caer, semana a semana.
Para hacer frente a la puja que representa el mercado de cambios, el BCRA hace uso de sus reservas. 

Según el organismo, hay a disposición un monto por USD 43.400 millones, casi el 10% del PBI.
Sin embargo, a la hora de actuar efectivamente, lo cierto es que no se pueden utilizar ni el 10% de esas reservas. 

La liquidez de las reservas es esencial para contener a potenciales corridas cambiarias, y sin liquidez es imposible sostener el tipo de cambio. 

Por un lado, la liquidez en dólares en las entidades financieras es la más alta desde julio del 2019, cerca del 71% de los depósitos, mientras que el 17,9% de la liquidez corresponde íntegramente a depósitos en efectivo. El resto se encuentra disponible en la cuenta corriente con el BCRA.

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Por otro lado, limpiando del balance contable del BCRA a todos los elementos con poca liquidez, se concluye que la situación en las reservas de libre disponibilidad es crítica. 

Descartando el swap chino (realmente no disponible), los encajes en dólares (necesarios para garantizar depósitos), el préstamo del BIS (con respaldo del 100%) y las reservas en oro (de muy poca liquidez), solamente se cuenta con USD 3.726 millones. 

El volumen de reservas del BCRA responde a un mero capricho contable, pero la liquidez disponible es poco suficiente para contener el tipo de cambio actual, o incluso el nivel de devaluación actual. 

Dado el enorme déficit fiscal estimado para este año en alrededor de 10 puntos del PBI, y la pobre posición de reservas por parte del BCRA, sería necesario disponer de un superávit comercial mucho más elevado al que tenemos hoy, para ser capaz de abastecer la demanda cambiaria. 

El gobierno actual, de igual forma que el anterior, utiliza los instrumentos del Banco Central (la posición en Leliqs, Pases y otros pasivos) para contener a prácticamente otra base monetaria adicional. En otras palabras, de producirse un colapso en el esquema actual, la base monetaria podría fácilmente duplicarse en cuestión de días.

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Economía

Colapsa el déficit cuasi-fiscal: El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50%, la más baja 

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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