
Massa dejó yuanes, Milei recibe el problema: el engaño detrás del swap con China
Lo que Massa presentó como un refuerzo para las reservas, en realidad fue una ilusión contable con consecuencias reales.
En octubre de 2023, en plena corrida cambiaria, el entonces ministro de Economía, Sergio Massa, anunció la activación del segundo tramo del swap de monedas con China por el equivalente a 5.000 millones de dólares. Se trataba de una reedición del acuerdo firmado originalmente en 2009, con ampliaciones posteriores durante los gobiernos kirchneristas.
En aquel momento, la medida fue vendida como una solución pragmática para reforzar las reservas internacionales y enfrentar pagos inminentes, como los compromisos con el Fondo Monetario Internacional. Pero lo que parecía una herramienta de salvataje terminó siendo, en rigor, una bomba de tiempo financiera.

El swap no es, como muchos suponen, un préstamo en dólares. Se trata de un intercambio de monedas entre bancos centrales: el Banco Central de la República Argentina (BCRA) entrega pesos y recibe yuanes, que pasan a engrosar sus reservas brutas.
En teoría, esos yuanes pueden utilizarse para operaciones de comercio exterior con China. Sin embargo, la disponibilidad efectiva es limitada, y la calidad de esas reservas está condicionada por el comportamiento de la moneda china en los mercados internacionales.
¿Qué implica una devaluación del yuan?
Una devaluación del yuan implica una pérdida de valor frente al dólar estadounidense, la moneda que sigue siendo la referencia global para transacciones internacionales, reservas y deuda. En un contexto en el que China puede optar por depreciar su moneda para estimular sus exportaciones o para sostener su demanda interna, los países que tienen activos en yuanes —como Argentina— sufren un efecto directo en su balance externo.

Los swaps bilaterales suelen incluir cláusulas de compensación por variación de valor. Esto significa que, al cierre del período acordado, se comparan las devaluaciones de ambas monedas. La contraparte cuya moneda se haya depreciado más debe compensar a la otra. Pero esa cobertura no es automática ni de disponibilidad inmediata: el daño ya está hecho cuando el valor de los yuanes cae y, por tanto, su equivalencia en dólares dentro de las reservas brutas se reduce.
En otras palabras, aunque Argentina no “pierda” los yuanes, sí ve deteriorada la valuación contable de sus reservas. Y esto no es menor: gran parte de la confianza de los agentes económicos —bancos, fondos de inversión, organismos multilaterales— se basa en los informes periódicos de reservas internacionales.
¿Qué pasa con las reservas internacionales de Argentina?
Las reservas internacionales son el respaldo más importante de una economía bimonetaria como la argentina. En particular, permiten estabilizar el mercado de cambios, dar confianza a los ahorristas y cubrir obligaciones externas. Pero no todas las reservas tienen el mismo valor. Existe una distinción clave entre reservas brutas (todo el stock de activos externos del BCRA) y reservas netas (descontados los pasivos exigibles y las líneas no disponibles).

El swap con China, aunque contablemente suma a las reservas brutas, no se traduce automáticamente en poder de fuego efectivo. Primero, porque se trata de yuanes, y no de dólares: muchos pagos internacionales y operaciones de mercado requieren dólares líquidos. Segundo, porque su disponibilidad está restringida a fines específicos, y su conversión a otra moneda depende de condiciones políticas y financieras que escapan al control argentino.
Si a eso se le suma una devaluación del yuan —como viene ocurriendo desde mediados de 2023—, el golpe es doble: se reduce el valor contable de esas reservas y se limita aún más su utilidad real. Por ejemplo, si el BCRA tiene 35.000 millones de yuanes que valían 5.000 millones de dólares al momento del acuerdo, y el yuan se devalúa un 10%, esos mismos activos ahora equivalen a solo 4.500 millones de dólares. La caída es automática, aunque no se haya movido un solo billete.
Este mecanismo convierte al swap en una suerte de “trampa contable”: engorda las cifras de manera artificial en el corto plazo, pero introduce una fragilidad estructural que se vuelve evidente apenas la coyuntura monetaria se vuelve adversa.
La responsabilidad política y técnica de Sergio Massa
Fue Sergio Massa quien firmó la activación de este segundo tramo del swap en octubre de 2023, en plena tormenta financiera. Lo hizo acompañado por su equipo de confianza, en el marco de negociaciones contrarreloj con el Banco Popular de China. La decisión se justificó como una medida para evitar una corrida más profunda y garantizar los pagos externos de corto plazo. Pero, como toda acción de política económica, debe ser evaluada por sus costos y beneficios futuros.

Massa no sólo aceptó una línea de crédito en yuanes —cuando el problema de fondo era la falta de dólares—, sino que lo hizo con una clara motivación electoral. En lugar de sincerar la situación del Banco Central, eligió inflar artificialmente las reservas brutas, generando una ilusión de estabilidad ante los ojos del electorado, los inversores y los organismos multilaterales.
Desde el punto de vista técnico, el swap con China no fortaleció la solvencia del sistema financiero argentino. Por el contrario, lo ató a los vaivenes de una moneda extranjera no convertible, manejada por un banco central que responde a intereses ajenos. Además, el carácter contingente del swap —que se puede activar o desactivar según decisión política de Beijing— convierte este tipo de instrumentos en una herramienta volátil y vulnerable, lejos de la estabilidad que requieren las reservas de un banco central serio.
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