
Colombia le dijo NO al populismo de Petro: el Senado frena su consulta amañada
La caída de la consulta representa una victoria institucional frente al proyecto autoritario y destructivo de Petro.
En una jornada tensa y cargada de simbolismo político, el Senado de la República rechazó la consulta popular impulsada por el presidente Gustavo Petro, destinada a revivir por la puerta de atrás su fracasada reforma laboral. Con 49 votos en contra y 47 a favor, la Cámara Alta le puso un freno al avance del populismo, a una intentona antidemocrática que buscaba darle la estocada final a la economía colombiana.
Petristas insultando en el Senado de Colombia
Desde que Petro llegó al poder, su gobierno ha sido un campo de experimentos ideológicos con recetas fracasadas del socialismo del siglo XXI. La economía se ha desacelerado, la inversión extranjera ha disminuido, y el desempleo se mantiene en niveles preocupantes. Como todo socialista, Petro no ha tenido reparos en usar el dinero ajeno para sostener un modelo de pan y circo que condena al hambre al futuro del país. Mientras la pobreza crece, el presidente promueve conciertos, subsidios indiscriminados y una narrativa mesiánica que solo alimenta su ego y su ambición de poder.
Una consulta amañada: el disfraz democrático de un proyecto autoritario
El intento de Petro de convocar al pueblo a las urnas, mediante una consulta plagada de preguntas manipuladas, era nada más que un recurso desesperado para imponer por vía plebiscitaria lo que el Congreso, con legítimo fundamento técnico y jurídico, ya había rechazado. Se trataba de un esperpento institucional, como lo calificó con acierto el exsuperintendente de Industria y Comercio, Pablo Felipe Robledo, quien no dudó en señalar el carácter autoritario y desinstitucionalizante del proyecto.

La derrota de la consulta no fue solo un traspié para Petro, sino una victoria de la democracia liberal sobre el avance del populismo estatista. Ni las amenazas, ni los discursos incendiarios, ni siquiera la teatral espada de Bolívar sirvieron para torcerle el brazo a una institucionalidad que —aunque golpeada— aún tiene reflejos de supervivencia.
La oposición firme del Senado envió un mensaje claro: Colombia no está dispuesta a convertirse en otra víctima del socialismo populista. El país necesita reformas serias, sí, pero no bajo el chantaje emocional ni el espectáculo político. La política no puede convertirse en una tarima donde se reparte plata como si fuera confeti mientras se hipotecan las próximas generaciones.
La caída de esta consulta no solo evitó un desastre económico, sino que marca un precedente fundamental para frenar los delirios de poder de un gobierno que ha confundido liderazgo con caudillismo, y gestión con propaganda. Colombia merece mucho más que pan para hoy y hambre para mañana.
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