
Con tanto miedo, ¿no sería mejor cerrar el comité radical de Córdoba?
El intendente de Mina Clavero quiere evitar elecciones para salvar la dignidad radical. Temor ante una derrota inminente
Luis Quiroga, intendente de Mina Clavero, sorprendió al pedir que la UCR no se presente a las elecciones de octubre. Según explicó en una carta titulada “Volver al abstencionismo”, la propuesta apunta a preservar la identidad partidaria ante el contexto nacional. También aprovechó para criticar con dureza a la conducción provincial, a la que acusa de “mezquindades electorales” y pactos “de espaldas a la militancia”.
“No seremos funcionales a un juego que no nos representa”, sostuvo, al considerar más digno esconderse en su valle serrano que dar pelea política. “No convalidaremos estructuras vaciadas de contenido, ni legitimaremos liderazgos que solo se afirman sobre la especulación y la conveniencia”, agregó.
Estas declaraciones pretenden ser una especie de manifiesto revolucionario, pero evidencian la búsqueda de una retirada preventiva. A la luz de la historia, lo que suena como un llamado a la ética partidaria también podría leerse como un “no nos presentemos, así no hacemos papelones”.

Dardos a la cúpula radical y elogios a los intendentes de tierra adentro
Quiroga aprovechó su pronunciamiento para cuestionar a quienes hoy conducen la UCR provincial y, de paso, limpiar la imagen del interior. Aseguró que la “institucionalidad del partido se encuentra degradada”, pero no por errores colectivos sino por “quienes anteponen intereses individuales” al bien común. Desde ya, él no se incluye entre esos culpables y prefiere alinearse con los buenos de la película.
En contraposición, exaltó a los intendentes radicales del interior, que según afirmó, lograron conectar con sus comunidades sin “flashes ni slogans vacíos”. Esa militancia silenciosa —expresó— permitió que el partido ganara elecciones y se mostrara como una opción “transformadora” en distintos pueblos y ciudades. Como si gobernar sin cámaras garantizara automáticamente honestidad, Quiroga propuso que la salvación venga desde abajo.
“La práctica política humilde y perseverante es la que mantiene vivo al radicalismo”, sostuvo con tono épico. Quizás en ese enfoque también se incluya la idea de bajarse de la competencia cuando se anticipa un resultado adverso. Una épica inversa que prefiere la quietud de la abstención antes que el vértigo de enfrentar la voluntad popular.

Cuando el miedo a Milei se disfraza de mística alfonsinista
Quiroga sugirió que la Argentina de Milei es tan poco representativa que ni siquiera vale la pena dar batalla en las urnas. “Volver al abstencionismo es también volver a nuestras raíces”, sentenció, convocando los espíritus de Alem, Yrigoyen e Illia para justificar su repliegue.
Afirmó que su rechazo a la conducción actual del partido es también una crítica al seguidismo acrítico de las alianzas nacionales. Según él, el radicalismo debe plantarse frente a la “vacancia de ideas” que hoy lo atraviesa, aunque la solución, en lugar de construir una alternativa, sea no competir. Una táctica que haría avergonzar incluso al más inactivo comité de barrio.
Mientras Milei aplica motosierra con apoyo y agenda popular, Quiroga propone abstenerse “como forma de resistencia activa”. Si el objetivo es no legitimar lo que ya es legítimo por el voto, el resultado es tan paradójico como previsible: desaparecer de la discusión pública por decisión propia. Un gesto que, lejos de parecer valiente, huele a rendición antes del combate.
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