
Capitalismo, fe y tradición: una mirada católica desde el liberalismo
El libre mercado es perfectamente moral y compatible con la Iglesia Católica.
Durante décadas, se ha instalado la idea de que el capitalismo y el cristianismo son incompatibles, impulsada tanto por la izquierda como por ciertos sectores católicos mal catequizados. Según esta narrativa, la Iglesia debería oponerse al mercado, como si la defensa de la propiedad privada, la libre empresa y la responsabilidad individual fueran pecados. Sin embargo, esta visión se contradice con el Magisterio y con pensadores como el Sacerdote Robert Sirico, fundador del Acton Institute, que argumenta la compatibilidad entre libertad económica y doctrina católica.
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Robert Sirico: el capitalismo como ejercicio de la libertad
El Padre Sirico fue socialista antes de convertirse en sacerdote católico. Su conversión fue más que ideológica: descubrió que el colectivismo niega la dignidad y libertad humanas, esenciales para el cristianismo. Para él, el capitalismo auténtico —basado en propiedad privada y subsidiariedad— es coherente con la fe.
La doctrina social de la Iglesia —en documentos como Rerum Novarum, Centesimus Annus o Caritas in Veritate— no condena el capitalismo en sí, sino sus deformaciones: materialismo, explotación, idolatría del dinero. Propone una economía al servicio del hombre, donde la libre iniciativa, la empresa y la caridad se articulan en solidaridad real.
Sirico defiende que el mercado libre permite ejercer la libertad moral en el plano económico, promoviendo trabajo digno y creatividad. La virtud personal debe ser el regulador moral, no el intervencionismo estatal.
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Uruguay y sus contradicciones: progresismo tradicional
En Uruguay, el análisis de Sirico ayuda a entender el progresismo secular dominante. Los partidos tradicionales —Colorado y Nacional—, han promovido políticas que erosionan los valores cristianos, como el aborto, la ideología de género y el hiperestatismo.
El laicismo militante se presenta como neutral, pero es hostil a la fe. La izquierda ataca al capitalismo como enemigo del pueblo, mientras el "centro" aplica estatismo económico que destruye la iniciativa personal y promueve la dependencia del Estado.

El resultado es una sociedad atomizada: la familia natural debilitada, la educación convertida en adoctrinamiento y la economía asfixiada por impuestos y burocracia. Esto está muy lejos del ideal cristiano de una sociedad subsidiaria.
Conclusión: libertad y virtud
El verdadero reto no es oponer capitalismo a cristianismo, sino iluminar el primero con la moral del segundo. Una economía libre y virtuosa requiere ciudadanos responsables, no gobiernos paternalistas.
El futuro de Uruguay no está en más progresismo estatista, sino en una visión política y económica que recoloque a la persona humana —libre, digna, responsable— en el centro.
Como afirma el Padre Sirico: “la libertad no es el fin, sino el medio para buscar la verdad y hacer el bien”. Lo que está en juego no es solo un modelo económico, sino el alma misma de nuestra sociedad.
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