Opinión
La Marcha por el Clima 2022: Otra excusa para militar el socialismo enmascarado en ecologismo ideológico
Argentina, como todos los países del mundo el 22 de abril de cada año, tiene que soportar ver a miles de jóvenes marchar hipócritamente por el fin de actividades “contaminantes” mientras ostentan nuevos iPhones o ropa de lujo.

Hoy en día es bastante común escuchar acerca del cuidado del medioambiente y de cómo los humanos contaminamos el planeta, así como vemos a miles de jóvenes militantes ecologistas marchar y reclamar por esta causa todos los años.
Hoy mismo, 22 de abril, se realiza una manifestación en distintos puntos del país llamada “Marcha por el Clima”, donde participan distintas agrupaciones y juventudes políticas. Pero esto no ocurre solo a nivel nacional, sino mundial, ya que existen varias organizaciones no gubernamentales internacionales, como Greenpeace, que impulsan estas movilizaciones.
Estas ONGs sabotean actividades económicas en casi todas partes del mundo “para preservar el bienestar de la Tierra”, acciones que son financiadas con cifras millonarias y de maneras difíciles de explicar. Sin embargo, sus miles de voluntarios en todo el mundo, participan ciegamente de todo lo que se propone, sin tomar en cuenta las consecuencias que tanto ellos mismos como el resto de la comunidad tendrán que afrontar.
Por otro lado, contamos con referentes como Greta Thunberg, quien ha proclamado eufórica y apasionadamente en un discurso de la ONU el terrible daño que están ocasionando países como Estados Unidos, Brasil e incluso Argentina —claro está que se olvidó de mencionar al mayor contaminante mundial, China— mientras lanza constantemente atroces críticas al capitalismo, aunque ella misma ha registrado a su persona como una marca y vende libros en papel.
Es decir, que nuestra joven Greta ha decidido deforestar miles de árboles, que son la fuente de nuestro oxígeno y han sido la causa de numerosas manifestaciones ecologistas, para vender un discurso anticapitalista y que nos incita a, justamente, tomar conciencia sobre el medioambiente. Después a uno lo obligan a usar sorbetes de cartón, que se desintegran y arruinan la bebida que uno está tomando, a no usar fotocopias para los apuntes de la facultad y a no imprimir comprobantes de pago.
Además de todo esto, hay una cuestión que nadie está encarando: no hay nada más irónico que criticar a la minería por ser altamente contaminante desde un dispositivo digital, como un celular, el cual está fabricado, justamente, con materiales derivados de la minería.
Básicamente, es plantear: “No a la minería, pero sí a los productos que derivan de ella”. Carece bastante de sentido, ¿no les parece? Los ecologistas nos instigan con que estamos asesinando a nuestro planeta por usar demasiado papel, plásticos y cosméticos que no son “naturales”, pero el iPhone, ¡no lo largan ni de casualidad!
NI hablar de que cambian de modelo cada 6 meses, un comportamiento completamente innecesario y digno de una sociedad de consumo, la cual tanto critican. Mucho reciclaje de plásticos, pero ¿cuándo pedirán por el hardware de elementos tecnológicos?
¿A que voy con todo esto? ¿Estoy en contra del uso de los celulares y del consumo? Para nada. Al contrario. Estoy en contra de la hipocresía, del doble estándar: el hecho de criticar y militar contra algo, mas callarse con respecto a otra cosa similar o aún peor, porque no les conviene. Si quieren salvar al planeta de la contaminación, comprométanse en serio, no a medias, y sin juzgar las decisiones de vida de los demás.
O sino, empiecen a promover medidas como la inversión en energías renovables y en nuevos materiales y productos con mayor duración y con más facilidad para desintegrarse y/o reciclarse, propuestas que provienen de la aplicación del capitalismo moderno, el modelo que tanto censuran.
¿Quién piensan que contamina más, un país europeo con autos eléctricos o el paraíso cubano, con vehículos de hace más de 4 o 5 décadas, que requieren de mucha nafta para funcionar y pierden gases por todos lados? ¿Estados Unidos o China? Está claro que, nuevamente, la cuestión no es la causa en sí, sino la tergiversación que ha generado la izquierda para adoctrinar a miles de incautos bienintencionados y para atacar a quiénes no profesan esta ideología. Nada más, ni nada menos.
Por lo tanto, ¿deberíamos cuidar el medioambiente, controlar la contaminación y buscar soluciones para desechar las toneladas de basura que generamos año tras año? Claro que sí, puesto que esto está afectando, no sólo a la flora y a la fauna, sino a los propios humanos.
¿Cuántos niños en otras partes del mundo se enferman y hasta mueren por consumir agua y alimentos contaminados? ¿Cuántos desastres han causado las tragedias en la energía nuclear, como Chernobyl? ¿Y cuántas personas sufren de deficiencias respiratorias debido a la mala calidad del aire que respiramos en algunas ciudades? Ahora, esto no quiere decir que debemos dejarnos engañar por las falacias de la izquierda y militar el absurdo.
Entonces, la próxima vez que se les ocurra realizar una marcha, que solamente va a afectar a quiénes no puedan transitar libremente por esa calle o bloquear alguna actividad que le da trabajo a miles de familias —como ocurrió al prohibir los criaderos de salmón en Tierra del Fuego, privando a la provincia de un gran sustento económico— mejor piensen, infórmense y promuevan la investigación científica para lograr un mundo más tecnológico y sustentable. Más ecología y menos ecologismo.
Opinión
Qué se puede aprender de las tomas de los Capitolios: ¿Esta Democracia no sirve?
Los acontecimientos en Brasil durante los últimos meses pusieron al descubierto fisuras dentro del sistema de gobierno que rige en nuestro país y el resto de la región. Esta crisis interpone nuevos desafíos para una derecha que aún tiene dificultades para desarrollarse.

En la campaña de las PASO 2011, el por aquel entonces precandidato a presidente José Alejandro Bonacci, un fascista confeso también conocido como “El Señor de los Sellos” por su amplia cartera de sellos partidarios en alquiler, había lanzado un spot propagandístico donde se pronunciaba de una manera bastante controversial sobre el sistema democratico.
“Esta democracia no sirve, es necesario un nuevo acuerdo”, declaraba Bonacci con descaro. En ese momento, el anuncio prácticamente no tuvo alcance, pero en Taringa y Twitter con el correr del tiempo se terminaría consolidando como un clásico meme político.
Mirando críticamente los sucesos del fin de semana en Brasil al tiempo que contemplamos nuestras propias miserias, quizás podamos concluir que en el fondo la premisa de Bonacci no estaba del todo equivocada.
Según establece la Constitución (con mayúscula adrede), somos una República soberana que adopta una forma de gobierno republicana, democrática, representativa y federal. Otros países, como Reino Unido, carecen de dichos papeles y su forma de gobierno no se encuentra codificada a través de documentos específicos. No obstante, todos los actores políticos entienden a grandes rasgos cómo funcionan las cosas, los balances de poderes, y demás pormenores. Esa sería su constitución (con minúscula).
En Argentina se nos enseña desde muy chicos la Constitución, aprendemos a recitar su preámbulo, nos preguntan en exámenes los artículos añadidos en 1994, etc. Sin embargo, muchos puntos de dicha Constitución pueden ser de aplicación laxa. Tal es el caso de los requisitos impuestos a los candidatos a legisladores, quienes deberían ser residentes de los distritos donde se presentan. Como gozan de “buenas conexiones” pueden cambiar de domicilio varias veces entre elecciones o incluso ser elegidos Legisladores por CABA con domicilio en Vicente López. Dice Curtis Yarvin: “Si la Constitución es idéntica a la constitución, es superflua. Si la Constitución no es idéntica a la constitución, es un engaño”.
Según explicita el artículo 22 de la Constitución Nacional Argentina, “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”. En éste caso, se cumple de forma y de facto.
La política tiene una altísima barrera de entrada: para participar se necesita, al menos, mucho tiempo. Lidiar con autoridades y representantes puede ser demasiado desgastante y poco fructífero para que un ciudadano sin “buenas conexiones” pueda tener un impacto relevante en la agenda, o evacuar sus reclamos. Cultivar dichas amistades y habilidades sociales lleva todavía más tiempo.
Un grupo de ciudadanos organizados y con una agenda común deberá enfrentar auténticas corporaciones formadas dentro del sistema político, con sus respectivas cajas millonarias, “buenas conexiones”, experiencia y formas de neutralizar a sus rivales. Pensar que cualquiera es capaz de canalizar un fenómeno colectivo simplemente yendo a las urnas requiere un nivel avanzado de ingenuidad. Ésto genera una serie de problemas con la democracia representativa, y dificulta que las personas puedan involucrarse para “cambiar algo”.
Incluso si alguien se siente representado por un político, existen altísimas probabilidades de que tampoco pueda hacerle llegar sus opiniones e inquietudes o que éste defraude sistemáticamente a su votante. Brevemente, enumero otros motivos por los cuales resulta evidente lo fallido del sistema representativo:
- A veces es difícil conocer realmente a nuestros representantes. Es un recurso bastante común utilizar a candidatos de otras jurisdicciones para que su imagen “arrastre” votos en una elección distrital. Si representan genuinamente a la población de su provincia, no hay forma real de saberlo. A ésto se le suman fenómenos como listas sábana, partidos “fantasma” que se presentan para hacer caja con el dinero que otorga la Cámara Nacional Electoral, dinero de boletas, etc
- Los partidos cada vez tienen menos vida interna democrática, el caso más destacado es el del Partido Justicialista pero de los sectarismos no se salva ni el FIT. El intento por utilizar las PASO como mecanismo para suplir ésto no hizo más que agravar el problema y añadir una instancia más para hacer caja con sellos fantasma. Por ejemplo, Bonacci, viejo abonado al negocio, hizo escuela alquilando, vendiendo y “prestando” sellos para que los más variados políticos puedan presentarse a elecciones. Ésto habla bastante más de sus clientes que del propio Bonacci.
- El poco control que hay sobre la dirigencia los vuelve bastante baratos y fáciles de corromper. Arribistas y valijeros sobran. Tanto al momento de conformar listas como una vez sentados en una banca o cargo público. ¿Los votantes del Fdt realmente “eligieron” al ex-CEO de Syngenta para que sea jefe de asesores presidencial? A ésto podemos sumar casos obscenos de transfuguismo y gente que se baja misteriosamente de sus candidaturas.
Acá la corto pero creo que se entiende el espíritu general, es bastante fácil darse cuenta que la Democracia no sólo está retroalimentando sus imperfecciones, sino que el modo en que ésto impacta en la vida diaria de las personas es muy simple de ver. Ésto no es una apología a plebiscitar cada decisión política alla Suiza, pero en algunas cuestiones sorprende cómo se deja de lado la voz de los interesados. El concepto de “crisis de representatividad” además de ser un latiguillo de panelistas e intelectuales, es algo bastante tangible.
Un ejemplo de ésto puede ser el asunto de las grúas y fotomultas en la Ciudad de Buenos Aires. Concesiones fraudulentas, mecanismos hechos para recaudar y molestar a la gente en lugar de solucionar problemas reales, dirigentes y periodistas que hacen oídos sordos y que validan año a año esos curros. Es indudable que esto alimenta la frustración de amplios sectores de la población con un sistema político, que, a priori cultiva expectativas difíciles de cumplir.
Por eso resulta insólito atribuirle a una manifestación masiva contra un edificio gubernamental el carácter de “golpe de estado” cuando se parece más a un berrinche furioso e impotente contra un sistema que no puede ni siquiera tolerar a alguien quejarse por los altos impuestos.

Y es que no hay forma realista de que la turba que entró al congreso de Brasilia el domingo tuviera capacidad alguna de hacerse con el control del gobierno. Claramente “el poder” es mucho más que un edificio y unos asientos en un Parlamento; creer que se puede dar un golpe de estado copando un edificio es una idea arcaica, pre-moderna. También es bastante útil para la izquierda que puede, con costo cero, hacer un teatro de victimización durante meses.
Ellos pueden quemar ciudades enteras, saquear comercios, incendiar edificios, con el fin de cambiar una Constitución o para protestar por un asesinato policial. Pero en el momento en que “la derecha” pone un pie en los lugares sagrados del “poder”, todos tenemos que preocuparnos porque la democracia está en peligro. Sin embargo, no debemos caer en la trampa de denunciar la doble moral de la izquierda y quedarnos ahí.
Las experiencias de Trump y Bolsonaro deberían enseñarnos a maniobrar con más sutileza. A entender que el caos, la envidia y el resentimiento son herramientas que la izquierda puede usar porque expresan su verdadera esencia. Nosotros no somos eso.
Debemos aspirar a ser una expresión política inteligente, que sepa canalizar las demandas insatisfechas desde lo material y desde lo espiritual, de una población que está obviamente harta de no verse representada en la dirigencia. Debemos abandonar las ingenuidades, dejar atrás el “nos cagaron de vuelta”, cortarla con ser denunciadores seriales, y aprender a operar en un juego arreglado. Podemos, por ejemplo, aprender a combatir la influencia de ONGs, organismos internacionales y corporaciones que perviertieron la democracia.
El pueblo quiere explotación petrolera, minería, agricultura y carne, no miseria decrecionista. Si la izquierda defiende una democracia pervertida y viciada, demostrémosle que el pueblo no votó a Greenpeace.
Opinión
El terrorismo legislativo feminista de la Triple E: Estalinismo, Estupidez, Elitismo
La ola de propuestas de legislación en favor de promover la agenda feminista en la sociedad tiene una explicación en los tres pilares que sostienen la organización estatal y paraestatal de género.

En el plazo de 48 horas, por el Congreso han entrado dos nuevos proyectos de ampliación de la Ley Micaela, uno para decretar la obligatoriedad de la capacitación de género para estudiar cualquier carrera universitaria o terciaria y otro para obligar a todos los directivos y dirigentes de los clubes de AFA a ser adoctrinados anualmente. Asimismo, la Ministra de Género junto a la Senadora Catalfamo, realizó una jornada sobre la Ley de Gestión Menstrual con distintas activistas del colectivo feminista. Todo esto solo en cuarenta y ocho horas.
Cualquiera pensaría que en Argentina faltan problemas o sobran recursos. Lo que evidentemente abunda es un ejército de personas dedicadas a la politiquería barata. Nos sobran prebendas y nos sobra paciencia, porque vienen destruyendo todo a su paso hace años.
Ya vimos a la ministra Gomez Alcorta capacitar a los diputados denunciando cosas tales como que “hoy todavía muchísimos utilizan el concepto de ‘mi mujer’ para referirse a su compañera o a su esposa, o a su pareja” o solicitando que “esperamos que no sea más llamado Cámara de Diputados porque llevó ese nombre cuando solamente eran diputados”. La agenda de la Ministra tiene un nivel de urgencia realmente abrumador, ¿no?
Por eso se percibe en el aire que hace años estamos a merced del terrorismo psicológico, cultural y económico de una organización estatal y paraestatal de género: la Triple E. Cada sigla es programática, es un norte de acción. Porque nada se presenta o se hace sin pasar por el filtro de la “orga”.
Estalinismo
Cada proyecto necesita ser lo más ideológicamente perverso y obligatorio posible. La izquierda de antaño vendía o regalaba libros, popularizando sus ideas a través de la distribución masiva de contenido marxista. Ahora parecería que no hay tiempo para eso, nadie quiere leer. Por lo tanto, hay que utilizar con toda violencia la fuerza estatal para que las ideas entren hasta con tirabuzón en cada cabeza más o menos apta para recibirlas.
No es casual que vayan por los pocos alumnos argentinos que logran llegar a la educación superior, ya que en una batalla de ideas son los pocos que podrán (o no) sostener ideológicamente al régimen político “de la orga” de género.
Vale mencionar que el feminismo de género es descrito por Judith Butler, filósofa y principal referente en la materia, en su bestseller “El género en disputa” como una teoría política, no como una teoría sociológica o un cambio cultural por la vida y la dignidad de las mujeres o el colectivo LGBT+.
Ya no alcanza que en los distintos niveles del Estado, donde hay más de tres millones y medio de personas trabajando, sea obligatorio capacitarse en cuestiones de género en función de una ideología impuesta por un colectivo. No. Ahora van por los estudiantes que ya han sido machacados con estos contenidos durante el secundario a través de la ESI.
Aproximadamente la mitad de los alumnos que egresan anualmente del secundario se inscriben en carreras de pregrado o grado y sólo 1 de cada 4 culmina los estudios superiores. No es casual que quieran imponer la capacitación como condición de ingreso, ya que cuadruplican el alcance que tendrían si lo exigieran para recibirse. Más es más para el dogma estalinista.
Estupidez
La etimología de la palabra “estupidez” nos lleva al verbo latino stupere que quiere decir quedar paralizado o aturdido, o sea, quedar fuera de juego.
Con este tipo de iniciativas realmente podemos sentirnos condenados por la clase dirigente a quedar absolutamente inmovilizados, golpeados, aturdidos ante la realidad que pega, y pega fuerte, mientras estamos quietitos discutiendo a quiénes obligamos a ser adoctrinados aquí o allá.
El feminismo se ha transformado en el perro del Hortelano de la política, no hacen nada por los problemas concretos de nadie y tampoco dejan hacer, encadenando recursos y tiempo de debate público en planteos inconducentes. Han transformado al Congreso en un teatro de operaciones para conseguir caja y prebendas. Mucha rosca, mucho tiempo y mucha plata dedicada a fortalecer causas sobrerrepresentadas en el ámbito legislativo.
Elitismo
El bochorno se agudiza si pensamos el contexto, sólo el 14% de los jóvenes de entre 25 y 29 años ha finalizado una carrera universitaria en Argentina. Es decir, ser un joven profesional es prácticamente un privilegio. A esa minoría privilegiada intelectual y/o económicamente se le dedica gran parte del tiempo y la atención de la agenda.
Es sujeto y objeto de la imposición cultural de género, de la discusión sobre las copas menstruales y de delirios varios. Son quienes, normalmente, acceden a los puestos de dirección de los distintos sectores económicos.
Cualquiera pensaría que el fútbol implica acercarse a un sector popular pero ¿a quién le cabe dudas que es una industria millonaria? Los contenidos de la triple E son absurdos en contextos populares, no cuajan. Por eso sus cañones están apuntados a las élites tanto intelectuales como económicas.
Así vivimos en el medio de una brecha de agenda cada vez más grande, élites progresistas que vociferan que “amplían derechos” cada vez que consiguen un nuevo capricho cubierto por la prepaga mientras, hipócritamente, gastan el dinero de los pobres en hegemonizar culturalmente a la sociedad con jornadas, capacitaciones y leyes de cumplimiento obligatorio.
El ahogo social de sentirse atrapado en este laberinto se transforma en indignación y recelo. Según la encuesta publicada este año por la Universidad de San Andrés, el movimiento feminista tiene un 59% de imagen negativa, siendo un 14% mala y un 45% muy mala. Este divorcio de la clase dirigente parecería profundizar cada vez más el hartazgo social. Aunque el kiosko elitista de la Triple E pareciera no tener fin, la realidad golpea cada vez más fuerte las puertas de una dirigencia que no da señales de acusar recibo.
Opinión
Libertad es responsabilidad y prohibir la portación de armas agrava el problema de la inseguridad
El tiroteo en Texas no debe correr el eje de la discusión: cuando un delincuente está a punto de atacarte, tener un arma puede salvarte la vida. La protección de nuestras vidas es un derecho y no debe seguir postergándose.

El debate sobre la portación de armas volvió a estar en el centro de la escena después de que un asesino perpetrara un tiroteo en una escuela en Texas, donde murieron 19 estudiantes y dos maestros. Se trata de un debate que, a esta altura, pareciera no tener asidero en la realidad argentina: continuar con la tradicional regulación prohibicionista en un país con una de las tasas de homicidios más altas del mundo es seguir golpeándonos la cabeza contra la pared.
Como ex soldado de las Fuerzas Especiales de Israel y actual habitante de los Estados Unidos, tengo armas, las usé y volvería a hacerlo. Cuando un delincuente armado está a segundos de atacarte y la policía está a minutos de llegar, tener un arma puede salvarte la vida. La cuestión de fondo no es “armas sí – armas no”, sino cómo regular su tenencia para que sea utilizada de manera correcta para la defensa personal. Una discusión que, en un país con ciudades como Rosario, donde según el Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe se comete un crimen cada 30 horas, no puede seguir postergándose.
La protección y la defensa no solo de nuestras vidas, sino también de nuestra propiedad material, es un derecho primario. Es por este motivo que prohibir su portación va en contra de las libertades individuales: cada ciudadano debe ser capaz de poder elegir qué derechos ejerce libremente, sin ser juzgado por ello. De esta manera, se le quitaría poder relativo al Estado, que es el que tiene el monopolio de la violencia y no sabe cómo ejercerla porque, lo dicho, los índices de homicidios en la Argentina no paran de crecer.
Por supuesto, libertad es responsabilidad y la tenencia de armas se debe hacer bajo un modo reglamentado y bien administrado, ya que asesinos como el que cometió el repudiable y lamentable crimen en Texas hay en todo el mundo. Pero esto no debe correr el eje de la discusión: prohibir la portación de armas no implica que haya menos en circulación y que no se cometan los asesinatos. La prohibición no termina con el problema; por el contrario, lo agrava.
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La gran mayoría de los crímenes con armas de fuego son cometidos por armas que fueron adquiridas en el circuito ilegal. Con esto quiero decir que con leyes de control de armas o sin ellas, los criminales seguirán estando armados y seguirán cometiendo los crímenes. Solo que con la reglamentación actual los ciudadanos de bien, pacíficos y trabajadores están completamente indefensos ante los asesinos, sin posibilidad siquiera de disuadirlos.
A esto hay que sumarle dos factores extra. Por un lado, la Justicia ineficiente de la Argentina que no condena a los que tiene que condenar y deja libres a los que no hacen un uso correcto de las armas. Por el otro, las fuerzas de seguridad que, a pesar de las buenas intenciones que puedan tener, suelen llegar tarde muy tarde ante hechos de inseguridad.
Hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes demuestra una falta de sensatez enorme. Sin ir más lejos, tomemos el ejemplo de Uruguay con la marihuana: al analizar cuánto dinero y recursos públicos se destinaron a la penalización y represión del consumo de la droga se dieron cuenta de que lo mejor era legalizarla. Fueron pioneros en la región con el objetivo de terminar con el mercado negro y mejorar la salud de la población. La guerra contra las drogas y la represión demostró que, lejos de resolver el problema, solo generaba uno nuevo porque aumentaba la violencia y no cesaba la producción, el tráfico ni el consumo. Con las armas sucede exactamente lo mismo.
En este contexto, no debemos restarle importancia a lo que ha representado la tenencia de armas para la historia democrática de los Estados Unidos. La Primera Enmienda dejó en claro la importancia de la libertad de expresión en el país, mientras que la Segunda Enmienda decretó la protección de la tenencia de armas como un derecho fundamental. Este factor brinda la posibilidad al pueblo de defenderse en caso de que un Gobierno no respete lo que dicta la Constitución.
Puede el lector, a partir de este análisis, comprender por qué los grandes regímenes totalitarios que tuvieron lugar a lo largo de la Historia (Fidel Castro, Mao Tse Tung, Adolf Hitler, Benito Mussolini) ni bien llegaron al poder se encargaron de desarmar al pueblo. Estados Unidos es la democracia más larga del mundo, nunca tuvo un golpe de Estado, porque el ejército más grande del mundo es el Gobierno de los Estados Unidos, y el segundo ejército más grande del mundo son los norteamericanos. El pueblo estadounidense tiene más armas que todos los otros ejércitos del mundo, entonces es inconquistable, y siempre será independiente.
Dicho sea de paso, cada Estado tiene su propia reglamentación y Washington D.C., el distrito con regulaciones más estrictas, es casualmente el que detenta la tasa de homicidios relacionados con armas de fuego más alta del país, según un estudio del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de 2019.
Por su parte, Israel, país donde aprendí a usar un arma de manera responsable, hace pocos años relajó sus leyes de control de armas, lo que permitió que hasta 500.000 ciudadanos posean una, con la esperanza de que una población mejor armada pudiera defenderse mejor de los ataques terroristas. El camino que debemos seguir los argentinos para defendernos de los ataques de la inseguridad.
El ciudadano de bien puede portar armas y no comete delitos, pero a un delincuente que comete crímenes mucho más graves que una tenencia ilegal de armas, como robo y asesinato, no le importa que le digan que no puede usar un arma. Va a matar igual. Por lo tanto, lo único que permite la prohibición es que el hombre que quiere usar el arma exclusivamente para defenderse no pueda tener una herramienta legítima para hacerlo.
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