Un hombre con uniforme militar monta un caballo blanco mientras sostiene una bandera celeste y blanca.
OPINIÓN

Día de la Bandera: cómo era Manuel Belgrano según la visión de uno de sus hombres

El General José María Paz ofreció en sus memorias una mirada honesta y compleja sobre Manuel Belgrano.

El General José María Paz fue uno de los observadores más agudos, memoriosos, inteligentes y destacados que encontramos entre los próceres que fundaron nuestra Nación.

En varios pasajes de sus Memorias Póstumas nos transmite cómo era el General Manuel Belgrano, bajo cuyo mando sirvió el estratega cordobés, entre 1812 y 1819; desde sus veintiún hasta sus veintiocho años de edad. Arrancando como teniente primero hasta el rango de teniente coronel de caballería, siempre en el Ejército Auxiliar del Perú, comúnmente conocido como “Ejército del Norte” en nuestra historia.

Arranca Paz expresando que “el general Belgrano (sea dicho en su obsequio), no era hombre de partido”. En cuanto al aspecto militar, prosigue el riguroso cordobés: “El general Belgrano, sin embargo de su mucha aplicación, no tenía, como él mismo lo dice, grandes conocimientos militares, pero poseía un juicio recto, una honradez á toda prueba, un patriotismo el más puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina, y un valor moral que jamás se ha desmentido. Más, á estas cualidades eminentes, reunía cierta ligereza de carácter para juzgar de los hombres con quienes trataba, que le produjo equivocaciones muy notables, como se deja entrever en varios pasajes de su misma Memoria”.

En efecto, uno de los defectos que Paz más le reprocha a Belgrano es cómo se dejaba llevar por los primeros en apalabrarlo; quienes lograban convencerlo y torcer su juicio hacia sus intereses.  Costaba mucho lograr, luego, que el prócer remontara su parecer originario. Dice Paz: “las primeras impresiones tenían en él una influencia poderosa; de modo que si en sus primeras relaciones con una persona, aquellas eran favorables, podía contar esta por mucho tiempo con la benevolencia del General, y por el contrario, cuando había formado mal concepto de alguno, por algunos actos, que aunque fuesen reprensibles, no merecían una eterna reprobación, era difícil volver á obtener sus buenas gracias. De aquí resultaba, que se dejaba alucinar con mucha facilidad, y hemos visto oficiales, y aún individuos de tropa, que no eran más que charlatanes, que le merecieron un gran concepto de valientes y arrojados. Por ejemplo, cuando quería mandar hombres intrépidos que descubriesen al enemigo, bastaba para captarse su estimación, ofrecerse á ir hasta el medio del ejército contrario, sin que después se cuidase mucho de averiguar de si había ó no llenado su compromiso, y sin que le trajese mucha responsabilidad la inexactitud de sus noticias. Lo mismo sucedía con un jefe ú oficial, que en teoría allanaba las dificultades de una operación, ó que se ofrecía á ir á batir una fuerza enemiga, con otra de la mitad de su número.  La primera impresión que esta charlatanería había producido en su ánimo, era por lo común duradera”.
 

Pintura de un militar con uniforme histórico de gala en un paisaje montañoso acompañado de caballos y otros soldados
Gral. Manuel Belgrano en uniforme de Cazador, que acostumbraba a lucir en el Ejército del Norte | La Derecha Diario
 “Tenía también más facilidad de la que era conveniente para expresarse con respecto á un oficial en punto á valor, y principalmente, cuando se acercaba el momento de una acción, lo hemos visto muchas veces herir la susceptibilidad de un hombre delicado, con poco motivo. Si á esto se agrega la falibilidad de sus juicios en razón de lo que acabo de exponer poco antes, se verá el peligro que había de cometer una injusticia”.

Como ejemplo de lo cual, el propio Paz nos proporciona una anécdota: “En el año 17, cuando yo era teniente coronel, y que de consiguiente podía aproximármele más, recordando la batalla desgraciada de Ayohuma, dijo estas terminantes palabras: Perdí esa batalla por cinco jefes cobardes que no correspondieron al concepto que yo tenía de ellos. No los nombró, pero sé positivamente á quienes aludía. Sin embargo, ellos habían merecido antes sus distinciones y su plena confianza”.
 

Pintura de soldados en uniforme militar durante una batalla cerca de un río con humo y fuego al fondo
Día de la Bandera: cómo era Manuel Belgrano según la visión de uno de sus hombres | La Derecha Diario
He nombrado al teniente entonces, don Juan Escobar, y no quiero pasar por alto el despreciable rol que jugó en esa época, como en otras posteriores

Paz también destaca la disciplina que imponía el Gral. Belgrano a su ejército; lo cual era una novedad, ante el elevado grado de relajamiento que se vivía en ese cuerpo armado:  “Recuerdo que atravesamos el pueblo de Jujuy en toda su extensión, sin permitirnos separarnos, ni aún para proveernos de un poco de pan. Acampamos durante tres ó cuatro horas á la inmediación de la ciudad, y tampoco se nos permitió entrar, ni mandar nuestros asistentes á proveernos de lo más preciso: tan riguroso y severo era el general Belgrano, como lo que acabo de decir”.

Con respecto al temple del General, Paz lo destaca y elogia de esta manera: “El puesto del general Belgrano durante toda la retirada, es eminente. Por más críticas que fuesen nuestras circunstancias, jamás se dejó sobrecoger del terror que suele dominar las almas vulgares, y por grande que fuese su responsabilidad, la arrostró con una constancia heroica. En las situaciones más peligrosas, se manifestó digno del puesto que ocupaba, alentando á los débiles é imponiendo á los que suponía pusilánimes, aunque usando á veces de causticidad ofensiva. Jamás desesperó de la salud de la patria, mirando con la más marcada aversión, á los que opinaban tristemente. 

Dije antes, que estaba dotado de un gran valor moral, porque efectivamente no poseía el valor brioso de un granadero, que lo hace muchas veces á un jefe ponerse al frente de una columna y precipitarse sobre el enemigo. En lo crítico del combate, su actitud era concentrada, silenciosa, y parecían suspensas sus facultades: escuchaba lo que le decían, y seguía con facilidad las insinuaciones racionales que se le hacían; pero, cuando hablaba,  era siempre en el sentido de avanzar sobre el enemigo, de perseguirlo, ó si él era el que avanzaba, de hacer alto y rechazarlo. Su valor era más bien (permítaseme la expresión) cívico que guerrero. Era como el de aquellos senadores romanos, que perecían impávidos, sentados en sus sillas curiales”.

¿Cómo se comportaba el General Manuel Belgrano en la derrota? Que las tuvo y varias veces. Paz es contundente:  “En los contrastes que sufrieron nuestras armas bajo las órdenes del general Belgrano, fué siempre de los últimos que se retiró del campo de batalla, dando ejemplo, y haciendo menos graves nuestras pérdidas. En las retiradas que fueron la consecuencia de esos contrastes, desplegó siempre una energía y un espíritu de orden admirables; de modo, que á pesar de nuestros reveses, no se relajó la disciplina, ni se cometieron desórdenes.

No fue así en otras retiradas, como la del Desaguadero y Sipe-Sipe, en donde hubo escándalos de todo tamaño, porque desbandada la tropa, solo se vino á rehacerse después de ochenta y aún más de cien leguas. De allí provinieron esos horrorosos combates, ya individuales, ya en escala mayor, entre el paisanaje y los indios por un lado, y los soldados que hablan roto el freno de la obediencia, por otro; los unos, por defender sus personas y propiedades, los otros, por invadirlas, los que hasta cierto punto eran disculpables; pues, no marchando en cuerpo, no habiendo distribuciones regulares para satisfacer sus necesidades, hablan de pedir ó quitar, y, ya se deja entender el camino que esto abría á los abusos”.

Con lo cual, concluye José María Paz:  “¡Honor al general Belgrano! El supo conservar el orden tanto en las victorias como en los reveses. Cuando él mandó en esos días de luto y de desgracia, los paisanos y los indios venían pasiblemente á traer las provisiones al pequeño cuerpo que se retiraba; tan lejos de manifestarnos aversión, solo se dejaba percibir en lo general, un sentimiento de simpática tristeza. No hubo entonces riñas fratricidas, no pueblos sublevados para acabar con los restos del ejército de la Independencia; nada de escándalos que deshonran el carácter americano, y manchan la más justa de las revoluciones”.

Como ejemplo de lo expresado, narra esta anécdota:  “Recuerdo que .al día siguiente de la derrota de Ayohúma, hizo formar en círculo, después de la lista, los menguados restos de nuestro ejército, y colocándose en el centro, rezó el rosario, según se hacía ordinariamente. Fuera de los sentimientos religiosos que envolvía esta acción, quería hacer entender, que nuestra derrota en nada había alterado el orden y la disciplina”.

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