
Ambientalismo extremo en Villa Allende: vecinos se encadenaron a un árbol
Un grupo de activistas decidió ultimar medidas frente a un quebracho que será trasplantado para avanzar con una obra vial
Vecinos ambientalistas de Villa Allende decidieron encadenarse este lunes a un quebracho blanco ubicado en la avenida Padre Luchesse. La acción forma parte de una protesta contra el traslado del árbol, cuya permanencia impide la duplicación de carriles en un acceso fundamental al área metropolitana de Córdoba. Mientras la obra avanza, los activistas se atrincheran con pancartas, carpas y discursos sin propuesta alternativa.
La manifestación no es nueva: desde hace días, un pequeño grupo de vecinos acampa en el lugar. Esta es sólo una escena vergonzosa que mezcla consignas ecologistas, improvisación logística y rechazo a cualquier solución intermedia.
La situación alcanzó un nuevo nivel de delirio cuando un hombre se trepó al árbol y una mujer se encadenó al tronco. Ambos declararon que no se moverán hasta que se revierta la decisión de traslado del ejemplar nativo.
“Venimos haciendo un acampe de varios días y teníamos planificado protegerlo de alguna manera ya que no hemos sido escuchados por las autoridades”, afirmó Leonardo Kadenes, vocero del grupo. La demanda concreta es que se modifique el trazado vial ya licitado, aprobado y técnicamente justificado, con el solo objetivo de conservar el árbol en su ubicación exacta.

Una protesta extrema que frena una obra necesaria para la ciudad
El reclamo se sostiene sin fundamentos técnicos ni apertura al diálogo. Mientras tanto, el tránsito en una arteria estratégica continúa limitado, en una ciudad que necesita infraestructura para integrarse mejor al Gran Córdoba.
“Hace meses queremos tener una charla con (intendente Pablo) Cornet pero siempre nos ha cerrado las puertas”, dijo Kadenes. Sin embargo, fuentes municipales aseguran que no hay rechazo al diálogo, sino límites claros respecto a reclamos inviables. La negativa a aceptar soluciones razonables convierte una causa válida —la defensa del ambiente— en un acto testimonial de rigidez política.
El quebracho blanco no está en peligro de ser talado ni destruido. Será trasladado, preservado, y reubicado como parte de un plan de compensación ambiental que contempla nuevos ejemplares y medidas ecológicas. Pero ese dato parece irrelevante para quienes, subidos al árbol o atados a él, han hecho del simbolismo su único argumento.
El inicio de la situación
En la tarde del jueves pasado, un grupo de vecinos se instaló con carpas sobre la Avenida Padre Luchesse, en el acceso a Villa Allende. Lo hicieron junto a un quebracho blanco de casi tres siglos de antigüedad, cuya remoción está prevista en el marco de la ampliación vial de la ruta. La protesta, que incluye un acampe, pretendió extenderse hasta el viernes.
La controversia en torno al árbol lleva meses y tiene como eje el avance de una obra clave que conecta la ciudad con Córdoba Capital. El proyecto, ejecutado por Caminos de las Sierras y avalado por el municipio, requiere el retiro del ejemplar para dar continuidad al ensanche de la avenida. Las autoridades informaron que el árbol será trasplantado a pocos metros de su ubicación actual.
Desde el municipio admiten que, por sus dimensiones y antigüedad, el trasplante tiene escasas probabilidades de éxito. Sin embargo, en algunos días se concretaría el trasplante del ejemplar para dar continuidad a la obra vial en marcha. La obra busca aliviar la congestión y prevenir accidentes en un punto de alta circulación.

Una defensa emocional y simbólica
Los vecinos reclaman que se mantenga el árbol en su sitio original, proponiendo como alternativa construir una rotonda o un cantero especial. Sin embargo, esas opciones fueron descartadas por técnicos que evaluaron la viabilidad del rediseño vial. La Justicia también desestimó un recurso de amparo que pretendía frenar la intervención.
El quebracho blanco fue símbolo de varios reclamos, pero las prioridades urbanas imponen criterios más amplios. La expansión del corredor Luchesse responde a necesidades reales de conectividad, seguridad y planificación metropolitana. En ese contexto, la preservación estricta de un ejemplar puntual no puede bloquear una obra de interés general.
La protesta, por más legítima que sea en lo simbólico, no contempla el daño que produce frenar inversiones estructurales necesarias. En ciudades que crecen, la infraestructura debe acompañar sin quedar rehén de demandas emocionales. La defensa ambiental, para ser legítima y efectiva, también requiere sentido práctico y razonabilidad.

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