Dos hombres posan juntos mientras uno de ellos levanta la mano en señal de saludo.
OPINIÓN

Mujica; el terrorista que dividió para siempre a la sociedad uruguaya

Repaso por la historia del terrorista marxista, José Mujica.

Mujica, el agricultor. Hace unos pocos días asumió el nuevo gobierno en nuestro país. Volvió la izquierda, aunque para un pequeño puñado de orientales creemos que, en realidad, la izquierda nunca se fue. En ese sentido, la desazón y la tristeza quedan para aquellos convencidos de que la coalición representó una alternativa al Frente Amplio, mientras que, para los liberales, el primero de marzo simplemente representó un cambio de collar en el mismo perro.  

El movimiento que va a representar a nuestro país los próximos 5 años es una mezcla de tupamaros, comunistas y socialdemócratas, donde ya no existe figura referente. Vázquez y Astori ya no están, y Mujica ha dejado la política partidaria por temas de salud. El frente amplio, en términos de referentes, quedó acéfalo, y este texto trata sobre su figura y el legado que yo entiendo dejó en nuestro país.  

Mujica ha estado dando alguna nota o alguna aparición pública esporádica en los últimos años, pero dejó oficialmente la actividad como senador electo junto con Sanguinetti en octubre 2020. En aquel día, la casta política, periodistas y figuras públicas se regocijaron con el hecho de que estas dos figuras eligieron el mismo día para su retirada, como si eso fuese de alguna forma una "oda a la democracia" considerado como un gesto "ejemplar" para el mundo. Al menos ellos lo parecían interpretarlo de esa forma.  

Un grupo de personas en un evento con un cartel de fondo que dice
Mujica y Maduro | Redacción

Con respecto a Julio María Sanguinetti, tengo muchas críticas hacia su perfil político ideológico, estadista de todas las horas, concepto que el dibuja como “reformista”. Más allá de esto, no dudo un segundo en reconocerle mis respetos por varios puntos que no vienen al caso en esta columna, siendo el más importante su papel central en la vuelta a la democracia. Eso me hace pensar varias veces antes de escribir sobre él.  

En ese día, en su oratoria final, Sanguinetti optó por un poema con un mensaje de reconciliación entre rivales ideológicos, típico de un estadista que, apuesta por una convivencia pacífica entre el colectivismo y el liberalismo, algo que sólo conduce al fracaso. Pese a esto, al final mencionó que "en estos tiempos el ciudadano se siente cada vez más representado por sí mismo". Y hoy podemos contestar: Sí, Julio, por suerte es así, y ojalá que cada vez seamos más.  

Por su parte, en aquel octubre 2020, José Mujica también dio un mensaje final en su despedida del palacio de la democracia. Y dado el contexto y el protagonista, yo hubiese esperado su clásico mensaje profundo y filosófico, o que nos ilumine con uno de sus consejos moralista para el mundo, siempre en el tono que nos tenía acostumbrados, como aquel discurso que dio en la ONU y que fue retwiteado por artistas de izquierda de varios países.  

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Sin embargo, para mi sorpresa, su mensaje central y mayormente citado por los medios fue un mensaje autorreferencial: "En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio. Aprendí una dura lección que me puso la vida. El odio termina estupidizando". Este mensaje me sorprendió bastante, eligió un mensaje que casi pareciera como si estuviera justificándose o “atajandose”, como si alguien lo hubiera acusado de algo.  

Dos personas mayores, un hombre y una mujer, están de pie juntos; el hombre lleva un abrigo oscuro y saluda con la mano, mientras que la mujer lleva un abrigo marrón y sonríe.
Mujica y su esposa | Redacción

¿No era este momento digno de un mensaje un poco más significativo, Pepe? ¿Dónde quedó el discurso sobre la importancia del tiempo? ¿Dónde quedaron los consejos a la gente sobre qué hacer con su dinero? Pero, sobre todo, me pregunté: ¿por qué era necesario aclarar que no cultivaba el odio? ¿Eso era lo más importante que tenía para decir en su despedida del parlamento?  

Y ahí me di cuenta. Es normal que los más veteranos, en el ocaso de su etapa laboral, tiendan a darle mucho valor a todo el trabajo que han hecho durante su vida y por tanto al prestigio de la huella que dejan. De todas las cosas que podía decir, Mujica entendió que, en ese momento, lo más indicado para señalar, lo más importante para decir era que no cultivaba el odio, porque cultivar el odio fue exactamente lo que hizo toda su vida.  

Hay que considerar que para cultivar el odio no es estrictamente necesario gritar o agredir con un tono violento. Más bien, es más efectivo un tono suave, de una persona con pinta de sabio abuelo, para transmitir mensajes como "los milicos son carne con ojos", "sólo hablo con canarios de dedos gruesos" o estar permanentemente denotando a los "malla oro" como si le hubieran hecho algo a él o a la sociedad en general.  

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Mujica se unió en los años sesenta al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), más conocido simplemente como Tupamaros, y más allá de las diferentes interpretaciones de los sucesos históricos, nadie niega que se trataba de una resistencia clandestina contra el gobierno de entonces, que era constitucional y democrático. No tardaron en concebir una estrategia de lucha armada contra lo que había elegido la gente.  

Un hombre mayor con cabello canoso y expresión pensativa, vestido con una chaqueta a cuadros, rodeado de vegetación.
Mujica | Redacción

Mujica fue apresado por cuarta y definitiva vez en los setenta, y unas décadas más tarde, pasó a ser parlamentario para luego convertirse en presidente. O sea, que siempre vivió del estado, de la gente, del esfuerzo ajeno. Confío en que el tiempo pondrá las cosas en su lugar, y que algún día nos daremos cuenta del desastre que fue su presidencia y de la increíble suerte que tuvimos de que un contexto internacional "dibujara" el despilfarro sin precedentes que hubo en lo que fue la peor gestión gubernamental de nuestra historia.  

Algún día nos daremos cuenta del terrible daño que Mujica le hizo a Uruguay, siendo el daño más profundo a nivel cultural, sobre todo entre los jóvenes donde tenía más llegada. Con mensajes de resentimiento entre nosotros, o de desapego al trabajo y a la proyección individual a futuro y querer ser mejor que ayer. Pero no, el necesitaba estar flameando la bandera del conformismo y de la falsa humildad, alejándonos cada vez más de la grandeza y el potencial que tiene nuestro país, nuestra gente.  

Obvio que tiene sentido que se haya “atajado” en ese 20 de octubre de 2020, y nos lo dio a saber en los últimos minutos, en los descuentos, porque él mismo se dio cuenta de ello. Mujica no tiene la menor idea de lo que es el mérito y el trabajo de conseguir algo dignamente y su única huella es haber generado y consolidado una brecha terrible en nuestro país y una pérdida de valores que perdurará durante varias generaciones.  

Hoy me saco las ganas de escribir esta columna de opinión que desde ese octubre 2020 tenía ganas de contar. Y obviamente, de más está decir que como a toda persona, a Mujica le deseo lo mejor para con su salud. Pero ojalá, Sanguinetti, haya tenido razón en aquel día, y que en este país cada vez más nos sintamos representados por nosotros mismos, y no por personas como José Mujica.

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