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Economía

Trumponomics: cómo el Presidente Trump construyó la economía más exitosa de la historia en tan solo 4 años

La pandemia interrumpió un proceso de cuatro años de transformaciones en la economía norteamericana que la estaban encaminando a un próspero futuro. Un análisis de la economía que deja el exitoso mandato de Donald Trump.

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La interrupción abrupta en el proceso de crecimiento sostenido que había logrado el gobierno de Trump, a causa de la pandemia, comienza a ser superada progresivamente en la economía norteamericana y global, pero con secuelas que impondrán importantes desafíos a futuro.

La gestión de Trump quedó interrumpida por este fenómeno, pero se mantienen inalteradas las bases y las reformas a lo largo de cuatro años de transformación impositiva y regulatoria.


La actividad económica y el empleo 

El crecimiento del PBI de la economía más importante del mundo tuvo una aceleración significativa entre 2017 y 2018

La tenue disminución en la tasa de crecimiento durante los últimos meses de la gestión Obama había sido superada, permitiendo mantener y superar la tendencia anterior y evitando la ralentización. 

Las reformas a nivel fiscal y regulatorio para empresas y personas físicas lograron tres importantes objetivos: superar la ralentización y mantener el crecimiento, compensar el efecto de una política monetaria fuertemente contractiva, y profundiza una situación de pleno empleo. 

La tasa de desocupación había bajado a mínimos históricos que no se veían desde la década de 1960. El pleno empleo, a diferencia de lo que ocurría en la administración Obama, no provino del retiro de agentes del mercado laboral, pues la tasa de actividad (personas que buscan activamente trabajo) comenzó a repuntar desde 2017. 

Elaboración del Instituto Juan de Mariana. 

Si bien más norteamericanos salieron a buscar trabajo, no solamente pudieron encontrarlo, sino que la economía fue capaz de generar plazas adicionales para seguir bajando la desocupación. 

La pandemia elevó el desempleo de forma muy notable, llegando casi al 15% en abril, pero la fuerte subida fue seguida por una recuperación que también fue veloz, y actualmente la falta de empleo se ubica en torno al 6%.

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Política monetaria

Los críticos a los cuatro años de administración de Trump plantean que no hubo un mayor cambio en la tendencia de crecimiento con respecto a lo que se heredaba, pero lo cierto es que se buscó compensar una fuerte contracción monetaria.

La política de la Reserva Federal bajo la gestión republicana dista mucho de la que había con los demócratas. Con el fin de retornar a la ortodoxia y la disciplina como medio para garantizar la estabilidad de precios, la FED introdujo un paquete de alza en la tasa de política monetaria.

En 2020, todos estos logros fueron revertidos y el Presidente de la FED, Jerome Powell, impulsó una expansión brutal de la base monetaria, principalmente para contrarrestar la recesión internacional causada por el coronavirus.

Elaboración del Instituto Juan de Mariana.   

La contracción en la base monetaria buscaba corregir los años de exceso de liquidez que se habían permitido anteriormente. Esta decisión no fue tomada en absoluto por Trump, pues la FED se comporta de manera independiente, pero lo obligó a implementar medidas compensatorias.

Con la pandemia, se volvió a una agresiva política de proporción de liquidez para compensar la demanda monetaria del público, como recomendaba el economista Steve Hanke.

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Política impositiva 

El presidente Trump firmó la “Ley de Empleos y Reducción de Impuestos” en noviembre de 2017, para entrar en vigencia en el período fiscal de 2018. Esta reforma significó una histórica reducción de impuestos. 

Por el lado de las personas físicas, la reforma supuso rebajas en los estratos más elevados y, especialmente, en los más bajos y medio-bajos del ingreso, elevando tenuemente las cargas para los estratos medio-altos.

En otras palabras, las empresas y los dueños de las empresas, junto a las clases medias y bajas, vieron la reducción de impuestos más importante de la historia. Mientras que la clase media-alta, generalmente oriunda de las grandes ciudades del país, vio un pequeño incremento en sus impuestos, que fue luego potenciado por los impuestos locales de los alcaldes demócratas.

El objetivo de los cambios fue incentivar el consumo (en los ingresos bajos) y la inversión (en los ingresos altos), estimulando así la actividad y compensando el efecto de la contracción monetaria. 

Probablemente el punto más fuerte de la reforma fueron los cambios para las empresas. La meta más importante de la misma fue ganar competitividad frente a las empresas chinas, y repatriar una gran cantidad de capitales que se habían retirado durante la gestión de Obama. 

Se estableció una tasa general del 21% para las ganancias corporativas, cuando anteriormente existía un sistema progresivo en el cual la tasa variaba del 15% al 39%. También se modificó el esquema de deducciones y créditos fiscales. 

Además, se produjo un importante cambio en el tratamiento tributario territorial para las empresas (principalmente subsidiarias). Desde 2018, cada empresa comenzó a pagar la tasa impositiva del país en el cual legalmente residió, independientemente de si era o no norteamericana. 

La meta fue muy clara: repatriar la mayor cantidad de capitales en el exterior y de manera voluntaria, generando incentivos para que fuera atractivo ese flujo. 

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Política fiscal 

La reducción de impuestos logró mantener el nivel de recaudación en términos absolutos, pues el mayor nivel de actividad rápidamente compensó la pérdida de tributos percibidos, pero generó una caída en relación al PBI. 

Al mismo tiempo, se produjo un muy tenue ajuste en el gasto público federal entre 2017 y 2018, que dejó casi constante el ratio con respecto al PBI pero cambiando la composición de las erogaciones, y dando cierta ventaja a los gastos en Defensa y en el Ejército.

Los 4 años de Trump (quitando este último año de pandemia) rompieron con la subida que venía haciendo el gobierno demócrata, que había aprovechado el "colchon" de la crisis del 2008, y desde 2014 había empezado a paulatinamente elevar el gasto público, alejándose considerablemente de los parámetros pre-crisis. Hasta 2019, Trump había evitado continuar con esta suba y, si bien no redujo el gasto, lo dejó congelado hasta que empezó la pandemia.

El gasto público federal antes de la pandemia.

La política monetaria contractiva generó un efecto sobre las cuentas públicas a nivel federal, pues la carga de intereses comenzó a crecer a medida que la tasa de interés de referencia aumentaba. 

En consecuencia, los gastos federales tuvieron una presión extra que fue sólo parcialmente contenida.

El déficit federal se incrementó del 3,2% a 4,8% entre 2017 y 2019, aunque los ratios de deuda bruta se elevaron muy ligeramente.

En este sentido, no se rompió con la tendencia del gobierno de Obama, pero tampoco se aumentó, lo cual es destacable debido al recorte de recaudación  que se permitió el presidente Trump.

El déficit fiscal antes de la pandemia. 

Estados Unidos no solamente es un importante país deudor, sino también acreedor. De esta forma, la posición de la deuda neta (teniendo en cuenta a los activos) se mantuvo es una posición administrable. 

La llegada de la pandemia disparó los gastos gubernamentales en todos los niveles y el déficit fiscal, que llegó hasta el 14% en septiembre. El gran desafío a futuro será corregir este desequilibrio. 

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Desregulación de los mercados 

La gestión Trump avanzó hacia un rápido y eficaz proceso de desregulación de la economía en 2017, un elemento clave para sostener el nivel de crecimiento. 
Según el Centro de Estudios Regulatorios de Columbia, se eliminaron más de 34.000 páginas de regulaciones del Registro Federal en el primer año de reformas.

Fuente: Centro de Estudios Regulatorios de Columbia.

La desregulación fue la segunda más grande de la historia en términos absolutos, similar a la que hubo durante la administración de Ronald Reagan. La reforma tuvo un fuerte carácter de “shock”, pues los cambios se produjeron en tan solo un año.

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Política comercial 

La política arancelaria de Donald Trump fue ampliamente catalogada deproteccionista, pero este rótulo resulta inexacto. Lo cierto es que, lejos de plantear el aislacionismo comercial, el objetivo fue redefinir reglas de juego a nivel internacional.

La guerra comercial con China surgió a raíz de la persistente negativa por parte del gigante asiático para corregir los desequilibrios de su propia política cambiaria sobre los mercados internacionales.

Los aranceles fueron la variable de negociación frente a China.
Trump se propuso corregir el desequilibrio cambiario chino, así como los llamados “desvíos de comercio” que se producían con otros países como México o Canadá. 

De todos modos, el arancel nominal promedio en 4 años pasó sólo de 3,6% a 4,2%, lo cual no fue un incremento tan grande como auguraban los medios y los "expertos" economistas de la CNN.

Es destacable que el gobierno de Trump había efectivamente logrado vencer a China en esta guerra comercial, ya que el 15 de enero de este año se firmó la primera parte del masivo acuerdo de libre comercio entre China y Estados Unidos. Sin embargo, la pandemia y la recesión mundial llevaron a que tanto Trump como el Partido Comunista decidan no firmar la segunda parte y posponer la implementación de la primera.

Lejos de ser un país proteccionista, el nivel arancelario de los Estados Unidos se mantuvo en todo momento por debajo del promedio de los países desarrollados, incluso por debajo de la media de la Unión Europea (alrededor del 5,6%).

Trump llevó a cabo diversos acuerdos comerciales en todo el mundo, superando en cantidad de acuerdos tanto a Bush como a Obama. Además del acuerdo con China que quedó interrumpido, también logró acuerdos con Japón, México, Canadá, y Corea del Sur; y se iniciaron los primeros pasos para hacer lo mismo con Brasil, India, Reino Unido y la Unión Europea.

Comparación entre el nivel arancelario de la "liberal" Unión Europa y el "proteccionista" Estados Unidos, según el Banco Mundial.


Por Germán Pérez Dalmau para La Derecha Diario.
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Economía

El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50% y se espera un colapso de la inflación

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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