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Economía

Desabastecimiento, crisis e hiperinflación: Así terminó el programa económico que Larreta quiere volver a replicar en Argentina

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Tras declarar su interés para lanzarse a la presidencia en 2023, el Jefe de Gobierno porteño promete llevar a cabo un programa económico similar al fallido Plan Austral de Alfonsín.

Horacio Rodríguez Larreta no ocultó su ambición por lanzarse a la presidencia en 2023 y propone instalar una agenda económica que exhibe como reformista y moderna, pero que de hecho guarda similitudes trágicas con programas del pasado que se creían ya olvidados.

El Jefe de Gobierno porteño visitó Israel y, entre muchas actividades, decidió reunirse personalmente con los economistas argentinos Leonardo Leiderman y Manuel Trajtenberg, ambos partícipes técnicos del famoso programa de estabilización israelí lanzado en julio de 1985. Larreta se vale de este programa como el ejemplo que debería seguir Argentina para erradicar la inflación.

Las claves del programa israelí

El plan de estabilización llevado a cabo por Israel se sustentaba en la fijación del tipo de cambio como un “ancla nominal” para moderar las expectativas, y una serie de medidas pensadas para quebrar la “inercia” inflacionaria, combinando estrategias heterodoxas y ortodoxas. En julio de 1985 se impulsaron las siguientes medidas:

  • Fijación del tipo de cambio y cepo, tras una devaluación mensual del 19%
  • Control de tarifas públicas, salarios y precios máximos establecidos
  • Eliminación de subsidios y ajuste fiscal de shock

El plan produjo un drástico efecto sobre la inflación, que bajó desde el 27,5% en julio a un promedio del 2,68% entre agosto y diciembre de ese año. Visto de otra manera, la inflación interanual cayó del 445% en julio del 85 hasta 185% en diciembre, para más tarde retroceder al 19,7% al término de 1986.

La experiencia fue exitosa y se percibió como un cambio de régimen creíble, pero se trata de prácticamente el único programa con estas características que fue capaz de tener éxito.

El fracaso del Plan Austral que Larreta busca replicar

El Jefe de Gobierno apuesta por un programa que, sin embargo, no es ni novedoso ni exitoso en la historia económica del país. Casi al mismo tiempo que se produjo en Israel, el presidente radical Raúl Alfonsín lanzaba su famoso “Plan Austral”, instrumentado a través del ministro Juan Vital Sourrouille.

El programa del radicalismo guardaba similitudes casi idénticas al plan aplicado en Israel, fue lanzado solo un mes antes, y de hecho se lanzó en un contexto en donde Argentina sufría una inflación muy similar a la de Israel (el 30% mensual aproximadamente). Las medidas adoptadas fueron las siguientes:

  • Nuevo signo monetario y fijación del tipo de cambio a razón de 1 dólar o 80 centavos de austral, tras una devaluación
  • Precios máximos, control de tarifas públicas, congelamiento de salarios y desindexación de contratos (desagio)
  • Aumento de impuestos y ajuste de shock al déficit fiscal
  • Promesa de no volver a financiar al Tesoro con emisión monetaria

Pero los resultados de Israel no se materializaron en Argentina. La inflación bajó del 30% mensual a un promedio del 3,1% entre julio y diciembre de 1985, y la inflación interanual cayó del 1128% en junio de 1985 hasta llegar al 50% en junio de 1986. Pero a partir de este punto el programa comenzó a desmoronarse.

Para diciembre de 1986 la inflación volvió a aumentar al 82%, luego al 175% en diciembre de 1987 y hasta 488% en septiembre de 1988. A pesar de que el déficit fiscal nacional se redujo drásticamente, e incluso se registró superávit primario entre 1985 y 1986, no se logró consolidar un cambio de régimen creíble.

El programa apuntó a lograr “consistencia económica intertemporal”, ordenando las finanzas públicas y reduciendo considerablemente la necesidad de financiamiento monetario, pero esto no fue y no es suficiente.

Jamás se logró ningún tipo de “compatibilidad intertemporal de incentivos”, o lo que es lo mismo, la simple promesa de no volver a financiar al Tesoro no fue creíble ya que el Gobierno carecía de reputación (confianza) y no existió ninguna garantía legal (regla fiscal o monetaria) que le garantizara a la gente que la promesa sería efectivamente cumplida.

Es por estas razones que se produjo una violenta caída de la demanda de australes (la nueva moneda creada), que pasó de representar el 13,4% del PBI para caer a menos de 7% en 1988 según el agregado M2.

En medio del caos y sin ningún tipo de credibilidad, el equipo de Alfonsín y Sourrouille relanzaron el programa bajo el nombre de “Plan Primavera” en septiembre de 1988, pero esta vez fue completamente inútil y los pobres resultados conseguidos se evaporaron en solo dos meses.

La demanda de australes terminó por colapsar a mediados de 1989, registrando mínimos históricos, mientras que al mismo tiempo el Gobierno incurrió nuevamente en fuertes desequilibrios fiscales que fueron financiados con emisión monetaria.

El resultado final fue una inflación del 114% mensual en junio de 1989, y hasta 196% en julio. En ese mismo año los precios acumularon un alza del 4923% en comparación a 1988, en medio de una profunda depresión económica y una oleada de saqueos a los supermercados. A pesar del triste final del Plan Austral, Larreta se muestra como un entusiasta de los resultados obtenidos por Israel y plantea volver a intentar la misma iniciativa, esperando que esta vez funcione. 

Economía

El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50% y se espera un colapso de la inflación

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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