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Economía

Plan Marshall Ucraniano: Estados Unidos y la Unión Europea enviaron 180.000 millones de dólares a Zelénski

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Las principales potencias occidentales desplegaron paquetes millonarios de asistencia militar y financiera para Ucrania, superando en un año lo que se envió a Europa para reconstruirla después de la Segunda Guerra Mundial en 10 años.

El 24 de febrero de 2022 estallaba definitivamente la invasión rusa de Ucrania, cumpliéndose este viernes exactamente un año de aquel dramático acontecimiento. El conflicto desplegó una serie de shocks sobre los precios de las commodities, especialmente en el mercado mundial de granos. Activó un arsenal de restricciones de capital, sanciones económicas y paquetes fiscales de rescate.

Las principales potencias occidentales respaldaron la posición de Ucrania frente a la agresión rusa, y decidieron desembolsar una gran masa de recursos a pesar de que urge estabilizar las finanzas públicas para contener la inflación mundial de la post-pandemia.

Estados Unidos envió un total de US$ 73.100 millones de dólares en ayuda a Ucrania, contabilizando asistencia financiera directa, envíos militares y donaciones humanitarias.

Por su parte, la Unión Europea hizo lo propio y lleva enviados US$ 54.900 millones de dólares desde el estallido del conflicto. Entre todos los demás países del mundo, incluidos Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Japón, China, Turquía, India, Noruega, Chile, Brasil y Argentina, suman otros US$ 52.000 millones de dólares en donaciones.

En total, los países alineados a la OTAN desembolsaron hasta ahora un monto cercano a US$ 180.000 millones en el último año. Los datos fueron confirmados y publicados oficialmente por un reciente informe del Instituto de Economía Mundial (IFW).

La magnitud de esta ayuda no tiene precedentes. La última vez que se había ayudado tanto a otro país a una guerra fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el presidente Harry Truman aprobó el «Plan Marshall», que destinó US$ 13.000 millones de dólares en un plazo de 4 años (que se terminó extendiendo hasta 10) para enviar dinero a Europa para que pueda reconstruirse.

En dólares de 2023, el Plan Marshall costó un equivalente a US$ 173.000 millones de dólares, varios millones menos que lo que gastó la OTAN en ayudar a Ucrania en tan solo 1 año de guerra.

Como en aquél entonces, la ayuda fiscal estadounidense fue más certera y menos vacilante que la respuesta europea, debido al menor grado de exposición de su sistema energético al abastecimiento ruso. El grueso de los desembolsos a Ucrania se produjeron en los primeros 4 meses la guerra, para luego volver a tomar relevancia entre noviembre y diciembre del año pasado, bajo la idea de que se estaba por vencer a Rusia.

Solamente en diciembre de 2022 la transferencia de recursos por alegaciones estrictamente militares alcanzó los 24.000 millones de euros, prácticamente el 60% de la totalidad de la masa de recursos asignada ese mismo mes.

Los países europeos decidieron aminorar las transferencias hacia Ucrania para aprobar amplios paquetes de “estímulo” en subsidiar las tarifas públicas locales. Las medidas se anunciaron para aminorar el efecto de la guerra sobre el mercado energético europeo, pero lo cierto es que el mayor desequilibrio en las finanzas públicas presiona aún más al alza de los precios.

Por solo poner un ejemplo, Alemania envió un paquete de asistencia por 13.350 millones de euros a Ucrania desde febrero del año pasado, y al mismo tiempo destinó casi 264.000 millones de euros en subsidios y asistencias sociales en su propio país buscando aminorar el efecto del salto en el precio de la energía. 

El impacto económico de la guerra en Rusia y Ucrania

La guerra provocó un efecto evidentemente asimétrico entre los dos países beligerantes, ya que el conflicto se libra en suelo ucraniano. El Fondo Monetario Internacional estima que la economía ucraniana se desplomó un 35% al cierre de 2022

El PBI ucraniano registró una violenta caída del 15,1% en el primer trimestre del año pasado, 37,2% interanual en el segundo, y 30,8% en el tercero. No sólo fue la crisis más intensa observada a nivel mundial para cualquier país en el mismo período, sino que además fue la depresión más drástica para Ucrania desde el colapso de la Unión Soviética. 

Rusia en cambio no se vio significativamente afectada, incluso a pesar de las severas sanciones impuestas sobre su comercio internacional y su integración con el sistema financiero mundial. El PBI ruso cayó un 4,1% en el segundo trimestre de 2022, y hasta un 3,7% en el tercer trimestre. Rusia habría terminado el año 2022 con una recesión equivalente al 2,1% de su nivel de producción en 2021, casi 17 veces menos en comparación al shock que sufrió Ucrania.

Economía

Colapsa el déficit cuasi-fiscal: El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50%, la más baja 

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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