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Economía

Las guerras comerciales para llegar a acuerdos de libre comercio de Trump contra el proteccionismo arcaico de Biden

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Las políticas proteccionistas de los demócratas socavan la competitividad de Estados Unidos, degrada las relaciones con sus socios comerciales históricos y conduce a un menor grado de innovación tecnológica. La contra cara de las políticas de Trump.

Mientras el ex presidente Donald Trump usó los aranceles como una herramienta de negociación, contra algunos países en particular para llegar a un acuerdo de libre comercio que beneficiara a Estados Unidos, el gobierno de Joe Biden ha dado un giro de 180° y utiliza los aranceles para "proteger la industria nacional" y reducir la competencia internacional.

Usando como excusa el cambio climático, la “agenda verde” y la protección de empresas nacionales, Biden ha impulsado una de las políticas proteccionistas más duras de la historia de los Estados Unidos, solo comparable a los años de Franklin D. Roosevelt.

A través de una serie de subsidios encubiertos como créditos fiscales para la compra de vehículos eléctricos estadounidenses, baterías, chips, paneles solares, minerales estratégicos, producción de energía y muchos otros productos de tecnología limpia que compiten con importaciones, Biden ha impuesto un sistema de protección de estos productos frente a las alternativas internacionales.

Además, el gobierno demócrata ha decretado restricciones cuantitativas a las importaciones y ha renovado los códigos aduaneros para favorecer la compra de insumos estadounidenses por parte de las empresas. En otras palabras, esto constituye un medidas proteccionistas que no se veían en el país hace décadas.

Este tipo de medidas es uno de los ejemplos más claros del sistema proteccionista que la misma Estados Unidos había intentado eliminar no solo en su casa si no de todo el mundo cuando elaboró el Consenso de Washington.

No se trata de una vaga interpretación, sino de algo que ya había sido celosamente cuantificado y previsto en el artículo III de la nomenclatura del GATT, más tarde rescatado por la OMC desde 1995. “El propósito amplio y fundamental del Artículo III es evitar el proteccionismo en la aplicación de medidas tributarias y reglamentarias internas".

"Más específicamente, el propósito del artículo III es garantizar que las medidas internas no se apliquen a productos nacionales o importados para brindar protección a la producción nacional", lee el tratado de la Organización de Comercio.

Los efectos de las medidas de Biden en la economía

Se postula que los subsidios directos del Estado a la producción de energía y servicios sustitutos de importaciones es generar competitividad y “afianzar la descarbonización”, pero la realidad es que las políticas de “compre nacional” implican más costos que beneficios para la sociedad.

Los requisitos de compra nacional desalientan activamente la competencia, y esto conduce en última instancia a un nivel de precios más elevado para los consumidores locales. Al mismo tiempo, la menor afluencia de importaciones también desalienta las exportaciones, y debido al mayor nivel de precios interno los productos estadounidenses perderían competitividad y mercados a nivel internacional.

El resultado de la sustitución de importaciones conduce a un menor caudal comercial a nivel internacional, retrotrayendo el proceso de globalización económica iniciado desde mediados de la década de 1970.

La menor competencia desalienta la innovación tecnológica, y muy por el contrario de lo que pretende explícitamente la “Ley de Reducción de la inflación”, esto último podría ralentizar el progreso técnico para propiciar la descarbonización en lugar de fomentarla a largo plazo.

Las diferencias entre los aranceles de Trump y los créditos fiscales de Biden

Existe una diferencia fundamental entre la política comercial de Biden y la que implementó el expresidente Donald Trump. La administración republicana llevó a cabo una auténtica guerra comercial con China, buscando que este último país adoptara reglas de juego de mercado (flexibilización del tipo de cambio, quita de aranceles y eliminación de subsidios cruzados), y los aranceles funcionaban como un instrumento coercitivo de negociación.

Esto derivó en la aprobación de una tentativa de acuerdo de libre comercio para el año 2020, lo cual marcó una primera derrota para China en la guerra comercial. Sin embargo, más tarde China incumplió las metas previstas en el acuerdo y el presidente Biden no consiguió mayores progresos como su predecesor.

El presidente Donald Trump firmando el tratado de libre comercio con China en el año 2020.

La política comercial del presidente Biden no pretende forzar una negociación exclusivamente con China y tampoco apunta a afianzar el libre comercio (bajo reglas justas) a nivel internacional. 

Esto se debe a que los subsidios y la sustitución de importaciones implícita en ellos se aplica para la totalidad del comercio de Estados Unidos, no solo afecta a China sino también a la Unión Europea, México, Canadá, y otros socios comerciales históricos del país que poco y nada tuvieron que ver con las políticas erráticas que aplicó el régimen chino en los últimos años.

La vocación de Biden es lisa y llanamente proteccionista de manera unilateral con el comercio mundial, mientras que los aranceles implementados por Trump apuntaron exclusivamente en contra del comercio con China para acelerar las negociaciones.

Economía

El Presidente Biden anunció una nueva guerra comercial contra China: Se establecieron aranceles de entre el 25% y el 100%

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Biden desató una agresiva impronta arancelaria contra China como no se veía desde el año 2019. Se espera una pronta respuesta arancelaria por parte del régimen de Xi Jinping, desatando así una nueva guerra comercial que repercutirá a nivel global.

En medio de la campaña electoral, y viéndose superado por las principales encuestas frente a su contrincante republicano Donald Trump, el Presidente Joe Biden anunció una oleada de represalias arancelarias en contra de las importaciones provenientes de China, muchas de las cuales afectan a sectores especialmente dinámicos y competitivos.

Biden tomó la decisión de establecer recargos drásticamente más elevados en comparación a los que había establecido su predecesor entre 2018 y 2019, pero con una lógica sustancialmente diferente: esta vez se pretende articular una protección de carácter permanente, y los aranceles ya no se ven inmiscuidos como una mera regla de negociación para que China profundice la desregulación sobre su mercado de divisas.

El Presidente Biden anunció una impronta abiertamente proteccionista, y los principales damnificados de esta política serán los propios consumidores estadounidenses que deberán enfrentarse a precios y costos más elevados. Se anunciaron las siguientes disposiciones contra las importaciones chinas:

  • Arancel del 25% sobre el acero y el aluminio
  • Arancel del 50% sobre semiconductores y paneles solares
  • Arancel del 100% sobre los vehículos eléctricos

Los aranceles anunciados protegerán a la industria estadounidense frente a la competencia china, en detrimento de la calidad de sus productos y del poder adquisitivo de los consumidores locales. Muchas enfrentas enfrentarán un gran aumento de costos que sin lugar a dudas será trasladado al bolsillo del consumidor.

También constituye un fuerte desaliento para la inversión extranjera directa de largo plazo, ya que la constante alteración de las reglas de juego generan un clima de inestabilidad que hace imposible la previsión.

Pero incluso a pesar de los evidentes daños generados para los consumidores, los beneficios para la industria estadounidense podrían verse diluídos rápidamente, tan pronto como aparecieron en primer lugar.

Dado el gran tamaño de la economía estadounidense, resulta factible que la aplicación de aranceles puntales revitalicen frente a su par asiático. Sin embargo, es casi un hecho el régimen chino adoptará medidas arancelarias de represalia en la dirección opuesta, desatando una nueva y agresiva guerra comercial.

En caso de que esto ocurra, y con toda seguridad resulta el escenario más probable, entonces quedarían erradicadas todas las ganancias de competitividad que pudiera tener Estados Unidos frente a China. 

El resultado de equilibrio podría traer aparejado un nivel más alto de precios internos tanto en China como en Estados Unidos, pero ninguna ganancia de competitividad para ninguno de los dos países debido a que la relación entre aranceles permanecería relativamente constante.

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Economía

Colapsa la inflación a un dígito: La suba de precios fue de 8,8% mientras que la núcleo fue de 6,3%, lo valores más bajos en casi un año

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La mayor parte de los aumentos se observaron en los bienes y servicios regulados, como resultado de una necesaria corrección de precios relativos que había postergado el Gobierno anterior.

El INDEC informó que la tasa de inflación minorista correspondiente al mes de abril finalizó en torno al 8,8% con respecto a marzo, marcando así el cuarto descenso consecutivo de la variación de precios. La cifra anunciada se encontró en línea con lo esperado por la mayoría de las consultoras privadas del país.

La tasa de inflación interanual alcanzó el 289,4% frente al mismo mes del año pasado, y se espera que pueda comenzar a bajar a partir del dato del mes de mayo debido al efecto de arrastre estadístico que se acumula desde el salto de diciembre.

La variación mensual más importante se registró sobre las tarifas de servicios públicos, como parte de una necesaria corrección de precios relativos. Los precios de la vivienda y los servicios de agua, electricidad, gas y combustibles aumentaron en un promedio de 35,6% en abril, más de cuatro veces la tasa de inflación general del mes.

Asimismo, el precio de los alimentos y bebidas no alcohólicas subió en un promedio del 6%, por debajo de la inflación general. Esto anticipa una cierta recomposición de ingresos, que ya habría comenzado en febrero según los datos de remuneraciones aglutinados en el SIPA.

La tasa de inflación para aquellos bienes y servicios estrictamente regulados fue del 18,4%, como resultado del proceso de sinceramiento que se atraviesa desde el 10 de diciembre. El verdadero resultado de la política fiscal y monetaria se corresponde con el fuerte descenso de la inflación núcleo, que fue del 6,3% en abril y se anotó la variación más baja en 15 meses

La tasa de inflación núcleo, que elimina el impacto de los precios de las tarifas públicas y los bienes con comportamiento estacional, había alcanzado el 28,3% al cierre de diciembre, y desde enero comenzó un fuerte proceso de reducción a la par del ajuste fiscal y monetario.

Asimismo, los precios mayoristas relevados en el IPIM del INDEC llegaron a aumentar hasta un 54,3% en diciembre (prácticamente una hiperinflación de manual), y esta variación se redujo drásticamente 5,4% al término de marzo

La política económica que lleva adelante el oficialismo impactó primero en el tipo de cambio, más tarde en los precios mayoristas y luego en los minoristas. Se espera que el último eslabón en reaccionar a la desinflación sean precisamente los salarios, con lo cual podría registrarse un proceso de recomposición en el poder de compra conforme baje la inflación en los próximos meses.

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Economía

El Banco Central encontró pérdidas adicionales por US$ 45.000 millones de dólares que el kirchnerismo había dejado escondidas

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Se trata de la valuación de las Letras Intransferibles deliberadamente encajadas al Tesoro computando valores ficticios y artificiales, una maniobra iniciada durante la gestión del expresidente Kirchner pero que profundizó Massa en su paso como Ministro de Economía. 

Tras años de maquillaje en las estadísticas del Banco Central, el presidente Santiago Bausili al frente de la institución decidió llevar a cabo un sinceramiento monetario para mostrar el verdadero resultado del balance según las normas contables vigentes.

De acuerdo a las correcciones exhaustivas llevadas a cabo, el BCRA sumó un quebranto a su balance de por lo menos US$ 45.000 millones como resultado de las pésimas administraciones kirchneristas en los últimos 20 años.

Este resultado se debe a la valuación de las Letras Intransferibles que el Tesoro utilizó para hacerse de las divisas en el BCRA en la gestión del expresidente Néstor Kirchner, práctica que se continuó desde el año 2007.

Estos instrumentos se utilizaron para canjear deliberadamente las reservas del Central a cambio de un papel sin mayor importancia y meramente ceremonial en los asientos contables, una práctica que impulsó el entonces ministro de Economía Sergio Massa a todo vapor.

“El principal impacto de esta adecuación se observa en los criterios de valuación de las Letras Intransferibles y Otras Letras del Tesoro Nacional en dólares estadounidenses, así como de los Adelantos Transitorios al Gobierno Nacional”, resalta el comunicado de la autoridad monetaria.

Se calcula que la verdadera valuación de las Letras Intransferibles es hasta un 60% inferior al resultado que hasta ahora se contemplaba en la hoja de balance del BCRA, y como resultado se obtiene el “costo de sinceramiento” por la suma equivalente a los US$ 45.000 millones de dólares respectivamente.

Asimismo, la administración de Bausili dispuso de un nuevo cambio en el funcionamiento de la institución y su comportamiento con respecto al Tesoro: se detendrá abruptamente el envío de transferencias de utilidades al Tesoro Nacional, ya que estas simplemente constituían un artilugio contable que escondía la monetización del déficit fiscal.

Lo que ocurría anteriormente es que el Banco Central reportaba supuestas “ganancias” por la mera tenencia de divisas en su poder, ya que estas se veían revaluadas en pesos con cada devaluación ejecutada sobre el cambio oficial. Pero estas ganancias fueron meramente contables, jamás existieron y no se explicaron por la propia operativa del banco.

Desde el 10 de diciembre del año pasado el BCRA también abortó cualquier tipo de transferencia por concepto de Adelantos Transitorios, la principal fuente de monetización fiscal por vía directa. Son pasos necesarios para 

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